“Si no nos cuidamos nosotros, ellos
no lo van a hacer”
Esta frase
con algunas ligeras modificaciones llevo ya un tiempo oyéndola (bastante largo,
demasiado) en los pocos espacios que todavía se pueden compartir.
Yo,
demasiado ingenuamente me temo, me vuelvo a ilusionar pensando en que esta vez
sí, esta vez ha llegado la hora de la autoorganización, del reconocimiento
entre iguales frente a jerarcas de todo tipo. En definitiva, de la solidaridad
y el apoyo mutuo.
Sin embargo,
de manera casi inmediata, algo se dispara y saltan las alarmas. Los viejos
temores, las experiencias vividas y sus posteriores reflexiones y aprendizajes
vuelven a primera línea.
¿Quiénes son
ellos? Y más importante todavía ¿Nosotros?
Me es fácil
imaginar que el ellos se refiere a los políticos. No sé si a todos o cada uno
anda pensando en los que no son de su cuerda. Quisiera equivocarme. Aun así tengo claro quiénes son ellos para mí y va más allá de cuatro
títeres políticos. Pero lo que me preocupa, sobre todo, es el nosotros. Porque
tengo la sensación que ese nosotros deja fuera a muchísima gente. De hecho,
dudo que ese nosotros vaya más allá de un pequeño círculo al que consideramos
como nuestros iguales. Ya no queda un nosotros colectivo, ese tiempo pasó. En
la actualidad vivimos dispersos, en todos los sentidos. Pasamos por la vida con
un programa de mínimos, simplemente vivir sin que nos molesten ni ser
molestados. Lo han conseguido, creemos que esta máxima es posible cuando la
realidad es que este objetivo aspiracional no es nada más que convertirse en
una perfecta pieza del engranaje que te atrapa mientras crees vivir una vida
plena. Andamos desorientados y desarraigados, literalmente hablando. Vivimos
simplificando, mostrando indiferencia y surfeando un eterno presente con una
manera de hacer que oscila entre el egoísmo capitalista que nos empuja a pasar
por encima de todos y la inmersión en el primer fenómeno de masas que se nos
cruza por delante.
¿Es posible
un nosotros en estas condiciones? ¿Es acaso deseable?
No lo sé, no
tengo repuesta. Pero lo que sí sé es la necesidad de arraigar. Arraigar en el
sentido de vincularse a otros, de establecer relaciones fuera de paradigmas
mercantiles y de interés. Construir un nosotros por el mero hecho de reconocernos como iguales y saber que eso es un buen punto de
partida. No es fácil en este mundo de apariencias en el que hemos crecido pero
dejar las máscaras sociales atrás también es necesario. Sólo así es posible
dejar de ver todo lo que se mueve en los márgenes como algo socialmente
reprochable o directamente, criminal. En los márgenes es donde existe la
posibilidad de arraigar, a partir de ahí tenemos la posibilidad de crecer.