Pasado ya
cierto tiempo desde que uno de los máximos exponentes del Capitalismo más
salvaje, Elon Musk, comprara Twitter. Como todo lo que hace este personaje ha
sido un asunto rodeado de polémica. Relativa, la polémica depende de lo poco o
mucho que todavía uno crea en el funcionamiento de este sistema. Para mí,
polémica cero. Simplemente, un explotador comprándole el negocio a otro
explotador y haciendo lo que le da la gana con su nuevo juguete con el
beneplácito de la afición.
Pero no es
este asunto lo que me interesa. Aunque sí me ha despertado la curiosidad por
esta red social de la que formo parte, sin mucho esmero, desde hace años.
Twitter viene
a significar algo así como piar, más concretamente, gorjear. Es decir, no es
ese canto melódico con el que algunos pájaros se comunican y se exhiben ante
los demás. Es más bien, ese sonido repetitivo (a veces un tanto molesto) que
tiene unos usos específicos.
Hace tiempo
le leí (creo que a Bauman) que el gorjeo tenía dos funciones básicas y vitales
para las aves. Por un lado, sirve para mantenerse en contacto con los suyos…
Para no perderse y saberse parte del grupo. Por otro lado, y en paralelo, sirve
para mantener alejados al resto de congéneres que no forman parte del clan. No se
me ocurre un nombre más apropiado, que defina más claramente un producto y su
uso. La cuestión es exactamente esa, en eso consiste Twitter. Identificarse con
un grupo, reforzar esa identidad a base de discursos vacíos repletos de tópicos
y, al mismo tiempo, mantener alejados (en este caso tratar de destruir) a todos
los que no forman parte de él. Las defensas a ultranza de una idea por muy
sinsentido que sea es el pan de cada día. Discursos sin cuestionamiento,
lealtad absoluta. Conmigo o contra mí.
Por supuesto,
hablo en términos generales. Sé que hay personas y discusiones maravillosas que
merecen mucho la pena. Pero es lo menos abundante, no son la tónica general.
Esta dinámica
ha saltado la frontera de lo virtual y parece haberse instalado en todas las formas
de comunicarse. Una especie de hooliganismo que se ha instaurado en todos los
ámbitos vitales. No sé qué fue primero, si el huevo o la gallina. No sé si
Twitter es un reflejo de la sociedad o si ésta ha adoptado el modo de funcionar
de esta red social. Para el caso es lo mismo, la cuestión es que vivimos en un
mundo atrincherado donde cada vez más es bastante complejo encontrar caminos
que unan esas trincheras. Aquí cada uno vamos a lo nuestro y sólo parece que
somos capaces de remar en la misma dirección en momentos puntuales y por temas
muy concretos (asuntos que nos incumben directamente y que nos da bastante
igual como afectan al resto de la sociedad) Una vez pasado el momento, cada
cual vuelve a su redil sin ser capaces de sacar alguna conclusión sobre la
manera en que se ha conseguido o no aquello que nos había movilizado. Simplemente,
nos da igual.
Ha quedado
establecida la imposibilidad de lo común. Quedando esto reservado a las
necesidades impuestas desde el exterior por corporaciones y gobiernos. Entonces
lo común no es otra cosa que el marco ideal del sálvese quien pueda, un campo
de batalla en el que cada uno tiene la obligación de luchar para lograr
alcanzar eso que nos iguala con el resto. El estándar que nos tienen reservado
para que podamos considerarnos normales y, por tanto, aptos para la sociedad y
triunfadores en la vida.
Convertidos en
soldados no hay posibilidad de discusión entre iguales, de estrategias
consensuadas. En la guerra sólo es posible acatar órdenes, seguir ciegamente
las instrucciones de la jerarquía es la única opción. Y en esas estamos. Cada uno
cree elegir el bando correcto y a los generales más preparados y se dedica a
repetir consignas y patrones de comportamiento. Nos sentimos protagonistas de
la historia y no acertamos a entender que somos meras comparsas representando
todos el mismo papel en una función escrita de antemano. Y que no nos falte
nuestro espacio en esta obra, de lo contrario no seríamos más que unos
fracasados, unos nadie excluidos de la Historia.