Hoy me han llegado las primeras
invitaciones para la gran fiesta de su democracia. Exacto, unas papeletas para
las próximas elecciones europeas (y de los que se hacen llamar socialistas ni
más ni menos). Este hecho ha roto mi endeble intención de mantenerme al margen
de este espectáculo, así que ya que parece ser que me tienen en cuenta voy a
hacerles llegar mi opinión al respecto. Por si acaso se les ocurriera leerse
este artículo.
De nuevo se ha alzado el telón
y como no podía ser de otra forma aparece ante nuestros ojos la misma función
de siempre aunque con ligeros retoques por parte de la dirección de la obra
para asegurar el lleno el día del estreno. Son conscientes de que en las
últimas representaciones ha ido bajando el número de votantes de manera
escandalosa aunque hayan hecho lo imposible por ocultarlo y, sobre todo, han
tratado de culpabilizar y de señalar a los que no participan del espectáculo.
Para el estreno de esta
temporada han incluido alguna novedad con el fin de hacerla más atractiva, así
al habitual acaparamiento de los papeles protagonistas por parte del partido
único bipolar que protagoniza y se adjudica el papel de garante de la
democracia, tenemos un mayor y más selecto número de secundarios. Y también han
optado por añadir tramas secundarias para cubrir el mayor espectro de público
posible.
Así vemos cómo han repetido la
trama del juez estrella que se pasa a la política pero con unos tintes más
populistas que la anterior ocasión con Garzón. Le han diseñado un partido a
medida para que pueda acaparar al público que sostiene la teoría de que el
problema de todo es la falta de transparencia de los políticos. En mi opinión
el pastel se está deshinchando por momentos y difícilmente cumplirá con su
cometido con algo más que un aprobado raspado. En esta misma línea tenemos el
partido del hombre que susurraba los secretos fiscales suizos y que todavía
queda en un plano de menor importancia.
Desde luego la apuesta estrella
de la temporada es la propuesta personalizada en una figura de la televisión
alternativa que de la noche a la mañana pasó a tener cuota de pantalla en todos
los medios de desinformación controlados por la dirección de esta trama. Con
esta línea argumental han acertado de lleno, al menos de momento, para captar
la atención de una gran parte de los descontentos con la situación que hasta la
fecha no estaban muy identificados con ninguno de los principales
protagonistas. También han conseguido crear la polémica entre aquellos que en
principio no querían saber nada de la función y que al final de una manera u
otra acaban participando y, por tanto, asumiendo la farsa electoral.
Todas estas vías nuevas han
restado protagonismo a los habituales secundarios que en anteriores
representaciones habían ido aumentando su cuota de pantalla, sin embargo,
siguen siendo fundamentales para dar esa apariencia de pluralidad que tanto
gusta a los directores del cotarro.
Ahora en serio, el poder no es
para nada estúpido y sabe que necesita que sigamos participando del juego
electoral y que así se siga justificando esta patraña de sistema democrático.
En las últimas convocatorias electorales se ha ido agrandando la cantidad de
gente que se abstiene por una u otra razón. Eso siempre ha sido así, la
diferencia es que cada vez parece que es mayor el número de esas abstenciones
que se hacen de manera consciente y con la intención de no seguir apoyando la
falsa electoral y el asqueroso axioma que pone en el centro de la democracia al
voto.
Esto es lo que les preocupa
realmente y se nota. El único mensaje coincidente en su totalidad por todos los
aspirantes a ocupar poltrona de poder es el de votar. Hasta la saciedad se oye
el argumento de que votar es la única opción de cambiar las cosas. Esta frase
en boca de los habituales no me produce otra cosa que vergüenza ajena y asco a
partes iguales, pero dicha por todo ese elenco de secundarios de los que hablábamos
(y sobre todo, oída y aceptada ciegamente por gran parte del personal que se
posiciona por la construcción de ese otro mundo posible) que se envuelven en la
bandera de la verdadera democracia, la transparencia, la construcción desde
abajo y cosas por el estilo me da a entender qué lejos estamos todavía de
forjar una forma de organización social donde no haya nadie por encima de nadie
y donde no exista la posibilidad de abusar del poder que da el tener en las
manos las vidas de otras personas.
Cada cual que actúe como crea
conveniente, yo por mi parte no quiero participar de la farsa y esta será mi
única aportación a la función y, por favor, que nadie me venga con la tontería
de si no votas luego no te puedes quejar.
*Según el
diccionario de la RAE
farsa.
(Del fr. farce).
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