Se acaban de
cumplir 73 años de la creación del Fondo Monetario Internacional, creado el 27
de diciembre de 1945, un año después de la creación de otro de los grandes
monstruos del capitalismo económico, el Banco Mundial. Estas dos instituciones
junto a la Organización Mundial del Comercio forman la santísima trinidad de la
dominación capitalista en el plano económico.
El Fondo
Monetario Internacional nació de los acuerdos de Breton Woods tras la II Guerra
Mundial con el objetivo de crear un fondo de ayuda a los países participantes.
Para ello propusieron facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del
comercio internacional, impulsando la cooperación entre países y fomentando la
estabilidad cambiaria. Qué bonito sonaba entonces cuando todos se las prometían
muy felices. Sin embargo, el resultado hasta la fecha ha sido absolutamente
devastador. Sólo con mirar el resultado de las actuaciones del FMI en países
africanos (millones de personas muriendo literalmente de hambre),
latinoamericanos (que se lo pregunten a Argentina o Bolivia por ejemplo) y
asiáticos, sin olvidarnos de algunas naciones de Europa oriental (Lituania aún
no ha levantado cabeza) y no tan oriental como Grecia, para darse cuenta de que
esto no es lo que prometieron. En España no necesitan intervenir directamente,
somos tan dóciles que acatamos sus recomendaciones a las primeras de cambio,
sin más. Como todo órgano de dominación económica que se precie, la corrupción
forma parte de su ADN y sólo hay que ver la retahíla de escándalos que se
suceden entre sus directivos (los que se conocen claro) como nuestro insigne
Rodrigo Rato a la cabeza. Además de los negocios entre dictaduras y directivos
del FMI como los trapicheos que tenía montados Youssef Butros-Ghali, cuya vida
laboral ha ido oscilando entre el FMI y el gobierno de Mubarak. Fruto de este
sacrificado trabajo fue condenado por corrupción a treinta años de cárcel. Por
supuesto, tras la caída de Mubarak, nada ha cambiado en Egipto y continúan bajo
el yugo, renovado año tras año, del FMI.
Pero volvamos a
nuestra historia. Rápidamente el FMI se convirtió en lo que es hoy en día: un
potente instrumento de la dominación mundial de los Estados Unidos y, en
consecuencia, de sus multinacionales y entidades financieras. La razón es muy
sencilla, las decisiones en este organismo se realizan a través de votaciones
de sus estados miembros (182 en total) y la cantidad de votos que cada país
tiene va en función de su capacidad económica y sus aportaciones al fondo.
¿Parece lógico verdad? Siguiendo estos criterios EEUU tiene el 16.4% de los
votos, países como Francia e Inglaterra poseen el 4.85% y España el 1.38% (esto
representa nuestro poder real en la toma de decisiones en el organismo que
regula el mundo económicamente hablando). Pero, ¿dónde está la trampa? Bien,
cualquier decisión necesita un mínimo del 85% de los votos para ser aceptada
esto implica que es imposible tomar una decisión sin los Estados Unidos. De ahí
que lo que ellos dicen es lo que se hace.
La manera de
actuar del FMI es a través de sus programas de ajuste, diseñados para lograr
los objetivos arriba mencionados, no obstante, en los últimos cuarenta años la
única cosa que han logrado (realmente es la única que querían lograr) es que
los países del Sur sean solventes para seguir pagando su deuda externa y se
vayan creando las condiciones adecuadas para que las grandes corporaciones los
colonicen y expriman a sus anchas.
¿Cómo lo hacen?
Acuden al
rescate de los países pobres con grandes sumas de dinero que ponen a su
disposición a cambio de seguir unas normas que ellos estiman adecuadas para
convertirlos en países prósperos. Podemos resumir esas normas de la siguiente
manera:
- Saneamiento
del gasto público. Esto es muy fácil de conseguir, basta con reducir a la
mínima expresión el gasto social total gracias al FMI no lo van a necesitar
porque les va a hacer ricos.
- Eliminación de subsidios productivos y reducción de aranceles. Esto es: no se puede subvencionar la producción autóctona (igualito que los EEUU o la UE) y no se debe gravar la importación. La consecuencia directa es la eliminación total de la economía local porque no puede competir con la extranjera.
- Eliminación de subsidios productivos y reducción de aranceles. Esto es: no se puede subvencionar la producción autóctona (igualito que los EEUU o la UE) y no se debe gravar la importación. La consecuencia directa es la eliminación total de la economía local porque no puede competir con la extranjera.
- Aumentar la
presión fiscal. Tan sencillo como crear nuevos impuestos. La lógica es
simple: como van a ser ricos tendrán que contribuir más.
- Eliminación
de barreras cambiarias. Así podemos sacar todas las divisas del país sin
mayores problemas.
- Estructura
de libre mercado. Del libre mercado mejor ni hablamos, ya sabemos como
acaba: monopolio total por parte de las multinacionales.
- Desregulación
del mercado de trabajo. Adiós a los derechos laborales, adiós al
sindicalismo, adiós al empleo estable y de calidad.
Con todo esto se consigue que los países intervenidos por el Fondo Monetario Internacional se conviertan proveedores de mano de obra y materias primas a precio de ganga. Porque, al fin y al cabo, de eso se trata. De dominar. Las fachadas de principios que este tipo de instituciones se construyen de cara a la galería, caen por si solas casi tan rápido como se crean. A día de hoy, nadie cabal puede dudar del daño hecho por el FMI. Sin duda, culpable directo de la muerte de millones de personas y de la pobreza de muchísimos millones más.