jueves, 21 de julio de 2016

DESCONFÍA DEL PREDICADOR


Predicar es defender o extender una doctrina o unas ideas, haciéndolas públicas o patentes. Es pronunciar un discurso o un sermón de supuesto contenido moral. También tiene una acepción en la que dice aconsejar o reprender a una persona, amonestándole o haciendo observaciones para persuadirle de algo.

Todo esto y más es lo que hace el predicador, una figura muy extendida en estos tiempos (probablemente a estas alturas ya todos tengamos a varios en mente) Habitualmente, un predicador necesita de un púlpito para hacerse oír y, de eso, hoy en día vamos muy sobrados. En la época de la interconexión, de la información (o desinformación según se mire) cualquiera es susceptible de convertirse en predicador. Desde el Gobierno, la Iglesia, la Patronal, los medios de comunicación, la cúpula del partido, el comité de empresa… pero también en la asamblea de tu colectivo, en tu grupo de amigos, en cualquier página de Internet… Muchos son los que sienten la necesidad de predicar la verdad, su verdad.

Desconfía del predicador que se atribuye una superioridad moral y/o intelectual para explicarte cómo funciona el mundo y en qué nos hemos estado equivocando, que asegura ser el portador de todas las respuestas y conoce todos los hechos habidos y por haber.

Desconfía del predicador que sabe en cada momento qué es lo que debes hacer, cómo debes pensar y cómo tienes que sentirte al respecto.

Desconfía del predicador que se sitúa a sí mismo como ejemplo a seguir, como faro intelectual o espiritual en un mundo de penumbras peligrosas.

Desconfía del predicador que afirma conocer la solución a tus problemas pero jamás se detiene a preguntar por ellos puesto que sus razonamientos son infalibles y carece de sentido el tener que apoyarlos en nada que no sean sus propias teorías.

Desconfía del predicador que se erige como el guardián de una teoría, la única, capaz de hacer realidad la salvación de la humanidad; que se atribuye la potestad de señalar a los que cumplen los preceptos de forma ortodoxa y a los que no son más que falsarios vendedores de humo cuyo único propósito en la vida parece ser reventar el inevitable triunfo de la verdadera teoría.

Desconfía del predicador que utiliza todos los medios a su alcance para bombardear intelectualmente, desconfía de mí. Lo que escribo es fruto de mis reflexiones y mis vivencias y, probablemente, sólo me sirva a mí en el mejor de los casos. Desconfía y que esa desconfianza te lleve a la duda y a la necesidad de reflexionar y experimentar, en definitiva a vivir. No rechaces sin más al predicador porque eso te lleva a convertirte en uno más que se dedica a replicar y repetir consignas y opiniones que carecen de sentido si no van acompañadas de la práctica en la vida cotidiana. Predicar es fácil, cualquiera puede hacerlo (yo mismo sin ir más lejos) y en una época en que el espectáculo es lo que prima la figura del predicador gana adeptos a cada segundo convirtiéndonos en meros hinchas fanáticos de uno u otro. Lo complicado es acompañar con hechos a las palabras. La coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos es la única manera de transitar por esta vida con un mínimo de certidumbre acerca de nuestro camino. Cuando esto sucede, sobran los predicadores. Hechos y palabras son necesarios pero siempre que caminen a la par.

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lunes, 11 de julio de 2016

COMUNICACIÓN ASIMÉTRICA

Diversas experiencias recientes me han hecho ser consciente de una cuestión que lleva sobrevolándome desde hace tiempo pero que, hasta ahora, no he sido capaz de organizarla en mi mente y poder reflexionar sobre ella.
Se trata de la forma en que nos comunicamos, concretamente, de la manera asimétrica en que lo hacemos y del peso que eso tiene en el mantenimiento de un sistema social absolutamente injusto.
La comunicación asimétrica viene dada cuando dos o más hablantes tienen un distinto nivel de habla o rol jerárquico y manejan distinta cantidad de información.
Este tipo de comunicación es característica en nuestro mundo jerarquizado hasta el extremo. La encontramos en situaciones tan dispares como en la relación médico-paciente, profesor-alumno, padres-hijos, policía-ciudadano…
Como vemos, en esta forma de comunicación existen dos características fundamentales: el rol jerárquico y el manejo de la información. Estas dos cuestiones son fundamentales a la hora de establecer y fortalecer un sistema de falsas castas en el que el objetivo principal es convencer al individuo de que hay otros que están en peor situación y, por tanto, lo mejor que puede hacer es hacerse fuerte en su posición tratando de mantener los supuestos privilegios que ostenta frente al resto. Es obvio, de qué forma este tipo de comunicación ayuda a fragmentar las relaciones entre las personas, puesto que, básicamente, consiste en la aceptación de que uno de los interlocutores está por encima del resto, justificando moralmente cualquier actuación que pueda derivarse de esta posición.
En mi opinión, cuando uno cree hablar desde una posición elevada, más que comunicarse acaba por escupir a los demás, puesto que al tener que inclinarse hacia abajo es inevitable el efecto gravitatorio sobre todo lo que sale de su boca. Esto es algo más bien metafórico pero creo que explica de forma clara lo que sucede en estos casos y cómo se siente el que se encuentra en esa supuesta inferioridad. Un eslogan muy coreado en manifestaciones es aquel de nos mean y nos dicen que llueve, creo que también describe bien este efecto.
Me parece lógico que este tipo de comunicación se emplee desde el poder y desde sus organizaciones porque es bastante consecuente con sus objetivos de dominación. Sin embargo, la capacidad de penetración que tiene ese mismo poder a través de los medios de comunicación de masas, del sistema educativo… ha hecho que esa asimetría se instale en las vidas de la mayoría de nosotros y que, en consecuencia, la hayamos trasladado a todas las esferas de nuestra vida, incluidos colectivos u organizaciones de los que formamos parte, relaciones personales, laborales…
Pero la comunicación asimétrica falsea totalmente la interacción que provoca. No es posible establecer relaciones verdaderas a través de una forma de comunicarse basada en el engaño, en la ocultación de información, en la creencia de ser superiores respecto al otro.
Así sólo construimos relaciones de subordinación, fomentamos la aparición de pequeñas élites allí donde todos deberíamos estar al mismo nivel, ejercemos la caridad donde debería imperar la solidaridad, sembramos castas donde sólo existe la especie humana…
Por supuesto, no todo se debe a cómo nos comunicamos, pero desde luego, esta es la manera fundamental en que nos relacionamos con el otro.
Por mi parte, trato de desembarazarme de todos los tics asimétricos que arrastro e intento comunicarme de forma sincera. Es lo único que está en mis manos. Siempre he creído en la necesaria coherencia entre los medios y los fines.

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