El tiempo sigue pasando y lo que parecía una
situación insostenible hace ya un par de años, se ha convertido en algo
crónico. La teoría de la implosión del sistema, va dejando paso a la realidad
de una simple vuelta de tuerca más y a la sensación de que todavía quedan
muchas vueltas más habida cuenta de la respuesta popular que se produce.
Este panorama nos deja la extraña sensación de
trabajar a paso cambiado, es decir, parece que las respuestas a los furibundos
ataques del sistema son sencillamente eso: respuestas y, por tanto, siempre
producidas por detrás en el tiempo y con mínimas posibilidades de éxito. Las
respuestas son necesarias, imprescindibles pero no son suficientes si el
verdadero objetivo es acabar con este sistema criminal llamado capitalismo que
nos condena a la esclavitud y a la muerte. Necesitamos alternativas, otras
formas de vivir y convivir con el resto de seres humanos y con el planeta.
Es imprescindible que todas las personas
reflexionemos acerca de aquello que queremos para nuestras vidas y sobre todo
aquello que consideramos injusto en nuestra manera actual de convivir. Para
ello, debemos tener el arrojo de liberar nuestras mentes de todos aquellos
dogmas inculcados y acceder a la información con un criticismo suficiente como
para ser capaces de aceptar e integrar o rechazar aspectos y matices que
consideremos válidos provengan de donde provengan.
Estas barreras mentales impuestas provienen en su
mayoría de un sistema que siempre ha tenido claro qué valores inculcar y
promover y cómo hacerlo. La enajenación a la que se somete a cualquier ser
humano (especialmente si desarrolla su existencia en los mal llamados países
democráticos) desde la infancia es constante. Sistemas educativos diseñados
para crear autómatas sin capacidad de raciocinio; perfectamente dispuestos a
acatar todo aquello que le está reservado en la vida; modelos sociales vacíos
de contenido moral a los que admirar con la secreta esperanza de convertirse en
uno de ellos; referentes culturales prefabricados con el único propósito de
hacer olvidar la verdadera cultura: la cultura popular; un inmenso sector
dedicado exclusivamente a entretener al personal cumpliendo de manera tan
eficaz su objetivo que ha acabado por convertirse en el analgésico más potente
jamás utilizado por el ser humano. Todo esto se refleja en todas las personas y
sus acciones e, incluso, en aquellas que tienen y mantienen una trayectoria de
contestación al sistema, y es necesario partir de este reconocimiento para, a
partir de ahí, empezar a construir. Este efecto perverso del funcionamiento del
sistema también tiene su influencia, de manera más dolorosa si cabe, entre
aquellas personas que se posicionan en posturas llamadas antisistema. Así nos
encontramos enrocados en nuestros propios dogmas y maneras de lucha sin ser
capaces de reconocer lo positivo que puedan tener otras formas de hacer y
pensar, dándose una situación de “o conmigo o contra mí” que inevitablemente
nos encierra y nos limita dando nuevamente la ventaja al sistema.
En un sistema cuya mejor arma de desactivación es
el individualismo llevado al extremo, la respuesta natural debe ser lo
colectivo. El uso de nuestras capacidades para recuperar lo que por derecho es
nuestro, el espacio público donde hablar, debatir y decidir por nosotros mismos
es un primer paso, un buen primer paso, pero sólo eso.
El gran paso consiste en llevar adelante esas
decisiones. Por ello, romper el egoísmo inducido en el que vivimos es
imprescindible. Sin el compromiso y el sacrificio, sin la capacidad de creer y
pensar en el otro, sin el esfuerzo que supone la formación personal para poder
actuar con conciencia, es imposible siquiera hacerle un rasguño al sistema, y
estoy convencido de que para llevar adelante nuestras decisiones habrá que
hacerle mucho más que un simple rasguño.
Sin embargo la realidad nos demuestra que ni
siquiera ese primer paso es factible sin una verdadera voluntad de ruptura. La
inmensa mayoría de planteamientos que se proponen son meras continuaciones de
la actual situación (eso sí bajo cualquiera de estas etiqueta de capitalismo
amable, capitalismo de Estado, capitalismo verde,...), fundamentados en
planteamientos inamovibles basados en conceptos y axiomas transmitidos de
generación en generación sin el más mínimo atisbo de evaluación y reelaboración
tan necesaria frente a un sistema capitalista en constante evolución.
Es necesario realizar el esfuerzo personal de
reflexionar y compartir estas reflexiones acerca de aquellas cuestiones que
consideramos imprescindibles en la lucha anticapitalista e iniciar, de esta manera,
la creación de un verdadero tejido social de lucha y oposición con ese
componente de creación de nuevas maneras de interrelación entre las personas y
el medio.
Nuestra pequeña aportación a este debate gira
alrededor de un tema capital: Una sociedad de personas libres:
¿Es posible ser libre sin tener acceso a la
información y a la decisión sobre todo aquello que nos afecta y rodea?
¿Es posible ser libre sin tener garantizada la
subsistencia material?
¿Es posible ser libre en una sociedad con
estructuras de control y de poder?
¿Es posible ser libre en un mundo dónde la única
manera de obtener riqueza es a través del trabajo?
¿Es posible ser libre sin reconocer nuestro papel
secundario dentro del planeta?
¿Es posible ser libre mientras haya un ser humano
sometido por otro ser humano?
Estas preguntas y muchas otras que giran
alrededor de otros temas considerados como importantes, necesitan nuestras
respuestas, las de todo el mundo, y empezar a elaborar ese camino que debemos
recorrer entre todas para llegar allí. Como siempre el tiempo apremia y sabemos
de sobra que el camino es largo; por tanto, no debemos perder tiempo.
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