Todos los focos apuntando, escenario dispuesto con tropecientas banderas y sendos atriles. Entran los protagonistas principales de la representación y, nuevamente, asistimos a la reproducción de la enésima patochada del poder político.
A partir de
ahí, corre como la pólvora (gracias a los medios de desinformación masivos) la
idea de que estamos ante la imagen de un Estado fallido.
Me llega el
mensaje, no vivo ajeno al mundo dentro de una burbuja de cristal. Me ilusiono,
¿y si fuera verdad? Tanto tiempo esperando a que aparezca esa ventana, esa
grieta por donde entrar como elefante en cacharrería. No, no puede ser. Digo yo
que algo hubiera notado. No sé si el mundo descomponiéndose a mi alrededor,
pero algo sí.
En lo
cercano, lo que se nota es más bien otra cosa. Sobre todo, miedo y resignación.
Mucha gente
viviendo con mucho miedo. Miedo a la muerte retransmitida 24/7 por los medios.
Haciendo imposible desplazarla de la mente de la población. Sobre todo, gente
mayor que ha acabado por renunciar a casi todo lo que mantenía viva la llama
(familia, amigos, actividades varias…) Miedo a lo queda por detrás de la
omnipotente pandemia. Paro, hambre, vidas derruidas… Pero también veo
resignación, mucha. Y ésta por parte de todos. La jodida resignación que parece
acompañarnos durante toda nuestra vida pero con un matiz especial. Algo que la
hace diferente. Tal vez sea que mucha gente de la que se creía a salvo,
invencible en su status autoproclamado de clase media se siente amenazada por primera
vez. Unos ven como han tenido que renunciar a las chucherías consumistas
(viajes baratos revestidos de experiencias vitales, ocio nocturno de consumo
sin fin…) O tal vez sea que, además, han empezado a verle las orejas al lobo y
se están dando cuenta del lugar que ocupa cada uno en la lista de los
prescindibles del sistema. Muchos se han dado cuenta que son carne de
sacrificio si la oportunidad política lo requiere. O mejor dicho, si el
beneficio económico así lo indica. Porque, nuevamente, la economía (la suya
claro) está por encima de todo, incluso de la vida. Todas las medidas que se
toman, se hace en base a criterios económicos, en base al beneficio de unos
pocos. Sucede siempre. Hay que salvar la economía como sea, si por el camino
mueren unos miles que más da, que así sea. Así ha sido siempre.
Estado
fallido dicen. Menudos caraduras (o que grandes profesionales según como
quieras verlo) El Estado funciona a toda máquina. Sigue legislando en beneficio
de los suyos (un pequeño ejemplo aquí)
y machacando al pobre, al trabajador (aquí,
aquí)Sigue
ostentando el monopolio absoluto de la violencia y no reparando en gastos ni
acciones porque ya sabemos todos que al virus se le derrota a cañonazos con el
ejército en la calle y la policía en plan comando. Por si fuera poco, mientras
mantiene al personal preocupadísimo con sus disparates diarios, también en lo
judicial van haciendo lo suyo (aquí
y aquí)
El Estado se mantiene en forma. Se siente tan fuerte que ya no se esfuerza en
mantener la mascarada de social y de derecho. Es en estos momentos cuando se muestra
sin reparos, sin fisuras. Mientras se suceden las payasadas políticas, el
verdadero Estado, el que funciona sin distinción de quienes sean sus caras
visibles, se mantiene con gran fortaleza y puño de hierro. Pese a lo que pueda
parecer nada está fallando.