miércoles, 3 de enero de 2018

NO QUIERO SER COMO ELLOS


Cambio de año, tiempo de reflexión, de análisis y de nuevos propósitos para mejorar nuestra vida mientras seguimos dando vueltas alrededor del sol y acumulando experiencias y muescas en nuestro cuerpo y nuestra mente. Así es como año tras año se suelen plantear estas fechas.
No tengo lista de buenos propósitos, hace tiempo que dejé de leer cuentos de hadas. Tal vez debería recuperar esa costumbre, seguramente eso me ayudaría a soñar con más nitidez.
Para este año y desde hace tiempo sólo tengo clara una cosa: no quiero ser como ellos. Tengo la convicción de que a partir de ahí llegaré a saber, o al menos me acercaré a la comprensión, de lo que me gustaría que fuera y lo que deseo que sea.
No quiero ser como los que ven el mundo desde la óptica de la posesión y la propiedad. Los que consideran la vida una mercancía más con la que negociar y obtener beneficio, que creen que puede ser prescindible si con ello se consigue un beneficio.
 
No quiero ser como los que anteponen el análisis económico a cualquier decisión que deban tomar. Haciéndolo en función de la rentabilidad. Esos que desconocen o, simplemente obvian, sentimientos y experiencias como la belleza, la solidaridad, la alegría o el dolor.
 
No quiero ser como los que voluntariamente deciden obviar lo perverso y criminal del mundo en que habitamos para disfrutar de su vida material. Los que bloquean deliberadamente sus sentidos para no sentir nada, a excepción del gusto que utilizan para comprobar cómo cada día se alimentan y mantienen su estómago lleno.
No quiero ser como los que callan por miedo a ofender o al qué dirán y luego descargan toda su rabia sobre los que les rodean convirtiendo sus vidas en infiernos. Los que actuando de esta forma reproducen infinitamente el modelo que critican y perpetúan el dolor.
No quiero ser como los que se indignan sentados en el sofá, ante la tele o el ordenador y claman al cielo para que se haga justicia pero son incapaces de ver esa injusticia a su alrededor y de mover un solo dedo para remediarla.
No quiero ser como los que aseguran tener la verdad y critican a todo aquel que intenta actuar para modificar el orden y las circunstancias de lo que no le gusta, pero jamás mueven un dedo ni se arremangan para demostrar al mundo su tan preciada verdad.
No quiero ser como los que viven asumiendo que las cosas son como deben ser y nada se puede hacer para que ocurran de modo diferente. Los seguidores del fatalismo y la resignación, del orden establecido, en definitiva, no quiero ser como los que se conforman con recibir las migajas mientras otros sólo reciben muerte.
No quiero ser como los que a la primera encrucijada recurren a la seguridad de los medios, a las verdades construidas para defender intereses que les son ajenos. Los que jamás cuestionan la versión oficial y creen sin ningún tipo de remordimientos en todo aquello que les dictan al son de la música del poder.
No quiero ser como los que consideran unas muertes más importantes que otras, unas vidas más preciosas que otras. Los que justifican toda las atrocidades del mundo mientras no sean ellos los que las sufren y les permitan mantener una vida artificial repleta de paliativos que enmascaran la infelicidad galopante.
No quiero ser como los que renuncian a sus sueños porque llegó la hora de madurar y asumir que la vida no siempre es como uno desea. Los que se mienten diciéndose que es el momento de convertirse en un buen ciudadano y no asumen la derrota personal que están sufriendo, la claudicación.
No quiero ser como los que se lamentan del tiempo perdido y no ven que siempre hay tiempo. Los que dan por buena cualquier excusa para retrasar indefinidamente la toma del control de su existencia.
No quiero ser como los que dicen vivir una vida estupenda mientras se pudren día a día en sus trabajos, en sus casas, con sus eventos sociales y luego acuden a la red para dejar claro que deberían ser objeto de envidia y de admiración por parte de sus congéneres.
No quiero ser como los que se vanaglorian de ser empleado del mes, ciudadano modelo o esposo ejemplar.
Existen muchos ellos como los que no quiero ser. Pero estoy convencido de que hay muchos más con los que comparto camino y con los que acabaré coincidiendo a lo largo del trayecto. La dificultad y la belleza estriba en que ese trayecto está por hacer, en muchos casos hasta por pensar y, sobre todo, por recorrer. Pero quiero creer que sabiendo cómo no quiero que sea, poco a poco, el horizonte se irá aclarando y me permitirá ver con mayor nitidez la senda que voy construyendo.
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