viernes, 22 de febrero de 2019

UN DÍA CUALQUIERA DE UNA VIDA AFORTUNADA



Te vas arrastrando, lentamente, a través de los días. Intentando desgastarte lo mínimo posible en un trabajo que, tal vez, algún día te gustó pero que ya no recuerdas la última vez que te ilusionó, que regresaste satisfecho al hogar.
Reservas la energía para los tuyos, para lo tuyo, para vivir eso que consideras tu vida.
¡Tienes suerte!, dicen muchas voces a tu alrededor, muchas de ellas son voces amigas y, sin embargo, en tu cabeza no suenan para nada amistosas. Incluso, a veces, te parece entrever un tono de reproche.
¿Suerte? Sin pronunciar la palabra, tu rostro es lo que da a entender porque enseguida esas voces sienten la necesidad de explicártelo. Tienes trabajo, casa, familia… (sí, en ese orden suelen reiterarlo) Tienes una nómina, suelen concluir a modo de sentencia, por si todavía no te habías dado cuenta de que eres poco menos que la encarnación de dios en la Tierra. Poco les importa lo que esa suerte supone para tu salud mental, para la física, para la convivencial… Al fin y al cabo, tienes ingresos y eso es lo que importa, eso es lo que te permite ser alguien.
Ni siquiera tratas de rebatir nada, demasiadas veces has intentado explicar que la vida debería ser otra cosa, debería regirse por otros criterios. Que ser afortunado sería poder disfrutar viendo crecer a tu hijo, aprendiendo con él en lugar de tener que conformarte con verle un rato al día cuando ya no te quedan apenas fuerzas para seguir adelante. Que ser afortunado sería seguir construyendo y caminando nuevas vías junto a tu pareja en lugar de estar pendientes del siguiente pago, del siguiente percance que te dinamite la economía familiar. Que ser afortunado sería desarrollar tus ideas, tus ilusiones, tus inquietudes, tus anhelos en lugar de sucumbir al ritmo frenético de consumo inútil en el que vivimos.
Pero todo esto te lo guardas para unos pocos, cada vez menos, y prefieres aceptar tu supuesta suerte y encerrarte en ella con la íntima esperanza de que algún día todo cambie y vire a tu favor por mucho que seas totalmente consciente de que los vientos no soplen a tu favor.
Eso sí, te queda el exabrupto, la maledicencia y las benditas redes sociales para volcar toda la frustración que esa vida tuya tan afortunada te produce.
 

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