En los
últimos tiempos, en el marco de esta crisis permanente del coronavirus, ha
reaparecido con fuerza este término: libertad. Asociada a cualquier postura, a
cualquier posición tomada. Me froto los ojos, ¿habrá llegado el momento en que
algo tan espléndido como la búsqueda y la defensa de la libertad guíen nuestra
forma de vivir? Siempre me he sentido inclinado hacia lo libertario así que tal
vez sea el momento, si hay tanta gente defendiendo la libertad será por algo,
digo yo.
Todo se
hace o se dice en nombre de la libertad. Desgraciadamente, temo que todo se
reduzca a su concepto de libertad, el que predomina, el único que puede
prevalecer en una sociedad capitalista de consumo. La libertad que defienden se
asocia a un objeto deseable útil a la sociedad: libertad de consumir, de
poseer, de disponer de bienes materiales, libertad de conformarse al modelo de
consumidor ensalzado por los sistemas publicitarios y promocionales; libertad
de comprar una conducta, valores o un modo de presentarse al otro, y así se nos
propone: ya listo para usar. Así, por arte de la magia capitalista, se desplaza
la decisión libre que queda sustituida por la libre elección entre distintas
ofertas preconfiguradas y adaptadas al modelo social. Hace 30 años, escribía
Bauman (y no puedo estar más de acuerdo):
El
consumo ofrece libertad a personas que en otros aspectos de su vida sólo
encuentran restricciones, opresión… En el juego de la libertad de consumo todos
pueden ser ganadores al mismo tiempo.
A pesar de
todo, no deja de ser paradójico que todos podamos ser ganadores y, al mismo
tiempo, la sociedad de consumo haya transformado a la mayoría de la población
en subjetivamente pobre. Esto se debe a la continua creación de necesidades
artificiales que necesitamos satisfacer y que nunca llegamos a hacerlo porque
constantemente surgen otras nuevas que nos lo impiden. Así, vivimos con la
sensación constante de que siempre nos falta algo.
Porque el
deseo de ser libres parte de la experiencia de estar oprimidos. Parte del
sentimiento de que no puedo dejar de hacer lo que no quiero (cuánta gente debe
sentir eso mismo con respecto a su trabajo). Y ¿Quién no siente deseos de ser
libre a pesar de vivir en nuestra sociedad perfecta? ¿Cuántos tenemos esa
sensación de no poder dejar de hacer muchas de las cosas que hacemos? Sin
embargo, hay una cuestión que me parece más importante y es si existe la
posibilidad de ser libres en una sociedad, en un mundo tal y como lo conocemos
y vivimos.
Me parece
harto difícil conjugar un mundo capitalista dominado por la posesión, la
acumulación y la especulación con una libertad verdadera más allá de ese
individualismo enajenado del sálvese quien pueda y como pueda que ahora parece
que define el prototipo de ser libre. Bajo estas coordenadas, esa supuesta
libertad sólo puede ser a costa de la opresión del otro, de muchos otros. En
este contexto, la libertad se convierte en privilegio, se convierte en poder. Esto
es un juego de suma cero, cuanto más gana uno más pierde otro, o millones de
otros. Para muestra un botón: Durante
los dos años de pandemia los
diez hombres más ricos de la Tierra han duplicado su fortuna, mientras los
ingresos del 99% de la humanidad han menguado.
La grandeza
del juego es que nos ha hecho creer que cualquiera puede ser ganador porque
siempre hay alguien peor que tú.
Por otro
lado, en lo personal, me es muy difícil imaginar una sociedad fuera de ese
marco (por mucho que haya podido leer al respecto) Y eso, con toda seguridad,
es el gran triunfo del sistema. Nuestra incapacidad de imaginar siquiera un
horizonte distinto al actual, nuestra asunción de que el estado actual es fruto
de un orden natural y que no puede ser de otra manera. Más allá de todo esto,
tan solo tengo alguna certeza acerca de la libertad: creo que es imposible
desde lo individual, es decir, fuera de la cooperación comunal. No la creo
posible sin la necesidad de realizarse mutuamente con el resto de una
comunidad. Por tanto, creo que difícilmente podrá realizarse en una sociedad
donde las comunidades humanas se han desestructurado dando paso a poblaciones
de individuos desconectados.
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