Cada día asistimos al teatro político que nos ofrecen sin descanso los medios de comunicación. Guerras de acusaciones cruzadas acerca de la honestidad de unos y otros que nos harían partirnos de risa si no fuera por el asco que produce verlos mentir tan impunemente cuando todos afirman que ellos son los buenos y los otros no.
Se producen interminables debates sin contenido alguno en los que parece que les va la vida cuando defienden heroicamente sus posiciones como si éstas no fueran las mismas para todos ellos. La única posición que defiende la clase política dominante es la que tienen ellos en su despacho o sentados en su escaño. Por esa posición es por la única que se pelea, su único objetivo es ganar elecciones o, por lo menos, no perderlas y poder seguir aferrados al espejismo de poder que les sustenta. A partir de ahí, saben bien que su único trabajo es defender este sistema basado en el capital en el que cualquier otra consideración está de más. Piensan que mientras actúen así, tienen su vida y la de los suyos cómodamente resuelta, tienen asegurado un buen retiro político con sueldos de por vida y un despacho en alguna multinacional como vemos que sucede tan a menudo.
Nuestra sociedad, al igual que muchas otras en el mundo, padece gravísimos problemas que requieren de una intervención estatal rápida y eficaz. Sin embargo, las acciones del gobierno y sus secuaces de la oposición siempre se dirigen hacia el mismo lugar: los señores del capital.
Vivimos en unos momentos en que, debido a la inmersión total en el salvaje sistema capitalista que nos ha llevado a consumir hasta la muerte alentados por las élites y sus esbirros de los medios de desinformación masiva, estamos pagando con creces nuestra insolencia y necedad. La gente pierde sus viviendas y sus empleos a una velocidad vertiginosa por no poder pagar las deudas contraídas en los años en lo que todo parecía llovido del cielo. Los políticos dicen que van a trabajar para mejorar esta situación porque es inadmisible (como si esto no fuera su obligación ahora y siempre). Después de un largo tiempo trabajando en el tema, según ellos, han encontrado la solución: han entregado miles de millones al sistema bancario (ese mismo sistema que con sus prácticas usureras y explotadoras nos ha llevado hasta aquí) amén de realizar una reforma laboral y de poner en marcha un plan de recorte del gasto público para que nos vayamos enterando de quién manda aquí y de cómo se las gasta.
Recapitulando, la gente pierde sus hogares por no poder pagar a los bancos y nuestros políticos les dan nuestro dinero por si acaso, sin exigencias de ningún tipo, vamos lo que llamamos por la cara. Si lo que querían era inyectar dinero al sistema financiero, que nos lo hubieran dado a nosotros y, gustosamente, hubiéramos liquidado nuestras hipotecas y préstamos abusivos dándoles así todo ese dinero. Obviamente, nuestros políticos hubieran desaparecido del mapa si le hacen esa putada a los banqueros y claro así ya no se puede chupar del bote tranquilamente. Por contra, para los ciudadanos nos reservan los bancos de las calles y plazas para que podamos instalarnos con nuestras familias. Ahora entendemos tanta obra de remodelación callejera en los últimos tiempos, lo han hecho por nosotros, para que nos sintamos más cómodos.
Sigamos recapitulando. El nivel de desempleo se dispara gracias a la avaricia empresarial (no voy ni a molestarme en recordaros la clase de delincuente que está al frente de la patronal española) y la solución de los políticos es abaratar el despido y ahorrarles dinero a los empresarios (como si les hiciera falta eso teniendo la aprobación de antemano de cualquier ERE que presenten). Por si esto fuera poco, recortan los salarios del funcionariado y congelan las pensiones. Ya sólo queda esperar el día en que se nos exija el sacrificio de algún pariente para poder vivir de manera digna.
Estas son las magníficas ideas que el Gobierno y la oposición han aprobado por el bien del país.
No sé de qué país me hablan. El que yo veo día a día despilfarra dinero en eventos deportivos, en reuniones internacionales, en coches oficiales, en duplicidad de sueldos para los cargos electos, en subvenciones a la banca, al sector del automóvil, al inmobiliario, al armamentístico, al religioso,... Mientras tanto, aumenta el número de familias que pierden todo por lo que han luchado a lo largo de sus vidas. Para la mayoría de los que se mantienen a flote no hay reservadas alegrías: subida de precios generalizadas (electricidad, gas, agua, gasolina, IVA,...), bajada igual de generalizada en la calidad de los alimentos y la ropa que les permite consumir sus precarios ingresos, un sistema de salud que hace aguas por todas partes ante la masiva privatización de los recursos disponibles tanto humanos como materiales, un sistema educativo en absoluta decadencia en el que se da por asumido el bajo nivel obtenido y el lamentable estado de las infraestructuras, sobre todo en la escuela pública.
La cuenta podría seguir hasta el infinito pero tengo bastante con esto. Sólo quiero dejar claro que esto no es una cuestión de partidos políticos sino de sistemas políticos, y en cuanto a eso, salta a la vista que la “democracia capitalista” y el bipartidismo en el que vivimos hace aguas por todas partes.
Se producen interminables debates sin contenido alguno en los que parece que les va la vida cuando defienden heroicamente sus posiciones como si éstas no fueran las mismas para todos ellos. La única posición que defiende la clase política dominante es la que tienen ellos en su despacho o sentados en su escaño. Por esa posición es por la única que se pelea, su único objetivo es ganar elecciones o, por lo menos, no perderlas y poder seguir aferrados al espejismo de poder que les sustenta. A partir de ahí, saben bien que su único trabajo es defender este sistema basado en el capital en el que cualquier otra consideración está de más. Piensan que mientras actúen así, tienen su vida y la de los suyos cómodamente resuelta, tienen asegurado un buen retiro político con sueldos de por vida y un despacho en alguna multinacional como vemos que sucede tan a menudo.
Nuestra sociedad, al igual que muchas otras en el mundo, padece gravísimos problemas que requieren de una intervención estatal rápida y eficaz. Sin embargo, las acciones del gobierno y sus secuaces de la oposición siempre se dirigen hacia el mismo lugar: los señores del capital.
Vivimos en unos momentos en que, debido a la inmersión total en el salvaje sistema capitalista que nos ha llevado a consumir hasta la muerte alentados por las élites y sus esbirros de los medios de desinformación masiva, estamos pagando con creces nuestra insolencia y necedad. La gente pierde sus viviendas y sus empleos a una velocidad vertiginosa por no poder pagar las deudas contraídas en los años en lo que todo parecía llovido del cielo. Los políticos dicen que van a trabajar para mejorar esta situación porque es inadmisible (como si esto no fuera su obligación ahora y siempre). Después de un largo tiempo trabajando en el tema, según ellos, han encontrado la solución: han entregado miles de millones al sistema bancario (ese mismo sistema que con sus prácticas usureras y explotadoras nos ha llevado hasta aquí) amén de realizar una reforma laboral y de poner en marcha un plan de recorte del gasto público para que nos vayamos enterando de quién manda aquí y de cómo se las gasta.
Recapitulando, la gente pierde sus hogares por no poder pagar a los bancos y nuestros políticos les dan nuestro dinero por si acaso, sin exigencias de ningún tipo, vamos lo que llamamos por la cara. Si lo que querían era inyectar dinero al sistema financiero, que nos lo hubieran dado a nosotros y, gustosamente, hubiéramos liquidado nuestras hipotecas y préstamos abusivos dándoles así todo ese dinero. Obviamente, nuestros políticos hubieran desaparecido del mapa si le hacen esa putada a los banqueros y claro así ya no se puede chupar del bote tranquilamente. Por contra, para los ciudadanos nos reservan los bancos de las calles y plazas para que podamos instalarnos con nuestras familias. Ahora entendemos tanta obra de remodelación callejera en los últimos tiempos, lo han hecho por nosotros, para que nos sintamos más cómodos.
Sigamos recapitulando. El nivel de desempleo se dispara gracias a la avaricia empresarial (no voy ni a molestarme en recordaros la clase de delincuente que está al frente de la patronal española) y la solución de los políticos es abaratar el despido y ahorrarles dinero a los empresarios (como si les hiciera falta eso teniendo la aprobación de antemano de cualquier ERE que presenten). Por si esto fuera poco, recortan los salarios del funcionariado y congelan las pensiones. Ya sólo queda esperar el día en que se nos exija el sacrificio de algún pariente para poder vivir de manera digna.
Estas son las magníficas ideas que el Gobierno y la oposición han aprobado por el bien del país.
No sé de qué país me hablan. El que yo veo día a día despilfarra dinero en eventos deportivos, en reuniones internacionales, en coches oficiales, en duplicidad de sueldos para los cargos electos, en subvenciones a la banca, al sector del automóvil, al inmobiliario, al armamentístico, al religioso,... Mientras tanto, aumenta el número de familias que pierden todo por lo que han luchado a lo largo de sus vidas. Para la mayoría de los que se mantienen a flote no hay reservadas alegrías: subida de precios generalizadas (electricidad, gas, agua, gasolina, IVA,...), bajada igual de generalizada en la calidad de los alimentos y la ropa que les permite consumir sus precarios ingresos, un sistema de salud que hace aguas por todas partes ante la masiva privatización de los recursos disponibles tanto humanos como materiales, un sistema educativo en absoluta decadencia en el que se da por asumido el bajo nivel obtenido y el lamentable estado de las infraestructuras, sobre todo en la escuela pública.
La cuenta podría seguir hasta el infinito pero tengo bastante con esto. Sólo quiero dejar claro que esto no es una cuestión de partidos políticos sino de sistemas políticos, y en cuanto a eso, salta a la vista que la “democracia capitalista” y el bipartidismo en el que vivimos hace aguas por todas partes.
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