Los ocho primeros en llegar se desplazaron a Huntsville (Ontario) un idílico paraje de montaña junto a un lago. A excepción de un despliegue policial espectacular, la noticia de mayor impacto que ha dejado esta reunión del G8 ha sido el baño en el lago del Premier británico David Cameron. Por lo demás, nada ni un mísero acuerdo sobre ningún tema de importancia, tan sólo palmaditas en la espalda y críticas a Irán. Sinceramente, esperamos que haya sido el último encuentro de este grupo y por lo menos nos ahorraremos todo el despilfarro que supone una reunión de estas características.
La reunión que más interés había despertado era la del G20, que se ha celebrado en Toronto a unos 200 Km del lugar de la primera reunión. La inclusión de las economías emergentes y de algunas potencias de segundo orden parecía presagiar la aparición de nuevas ideas sobre como atajar la criminalidad económica que campa a sus anchas por el mundo. Sin embargo, una nueva decepción ha acompañado a las resoluciones tomadas por el grupo de los veinte, ni una sola novedad ha salido de tanta conversación. En líneas generales los acuerdos que han salido de la reunión son los siguientes:
- Compromiso de reducir el déficit a la mitad para 2013, aunque sólo será vinculante para países avanzados. El camino del recorte debe ser a la medida de las circunstancias nacionales y compatible con el crecimiento económico y las medidas de estímulo puestas en marcha. Es decir, que cada cual en su casa lo haga como le dé la gana.
- El sector bancario deberá hacer frente a los costes públicos de las medidas de rescate pero deja las manos libres a los estados para aumentar su presión fiscal. O sea, que según quiera cada país los bancos pagaran poco o nada y, por supuesto, ese dinero volverá directamente a sus cuentas. Por ejemplo, en España los bancos recibieron más de 61.000 millones de dinero público en los últimos dos años y subiendo gracias a las fusiones de las cajas. En su suprema inteligencia nuestro gobierno decide recuperar este dinero a través de los empleados públicos, la educación, la sanidad y la congelación de las pensiones. Por si fuera poco, el generoso donativo a la banca ha producido un incremento del déficit que vamos a compensar subiendo dos puntos el IVA a partir de julio.
A pesar de esto, sí que han sucedido cosas dignas de ser comentadas a lo largo de estas reuniones. El gobierno canadiense se ha gastado cerca de 900 millones de euros sólo en seguridad (no está nada mal el gasto de dinero para realizar un cónclave donde el tema principal es reducir el gasto público). Se han movilizado un total de 20.000 agentes de policía para reprimir a los 10.000 manifestantes que según la misma policía han acudido a Toronto, se levantó una valla de tres metros de alto para formar un perímetro de seguridad de tres kilómetros y medio alrededor del centro financiero de la ciudad. Por si esto fuera poco, un juzgado de Toronto autorizó a la policía para que pudieran utilizar cañones sonoros contra la gente además del habitual arsenal antidisturbios que suelen manejar. También se autorizó a detener a toda persona que se acerque a menos de cinco metros de la valla y se resista a los controles. Ante la previsión de detenciones masivas (al final fueron unas 480) se habilitó un antiguo estudio de cine como prisión provisional. Muchas ONGs se han quejado de que las medidas de seguridad han sido excesivas e intimidatorias. Personalmente, creemos que a los políticos les han parecido pocas. Sabiendo como saben lo incompetentes y vendidos que son, seguramente esperaban una respuesta de la sociedad civil mucho mayor.
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