El pasado mes de mayo, la multinacional Monsanto anunciaba la donación de 475 toneladas de semillas destinadas a los campesinos de Haití. La inmensa mayoría de estas semillas son de maíz híbrido y el resto, de hortalizas varias. Según la propia compañía el envío está valorado en unos 4 millones de dólares. Hasta aquí todo parece estupendo pero vayamos un poco más allá en este asunto.
Para empezar hemos de decir que Monsanto se define en su web oficial (monsanto.es) como un proveedor global de tecnologías y productos para la agricultura que mejoran la productividad del campo y la calidad de la alimentación. Al parecer, creen ser los salvadores de la humanidad porque están en posición de garantizar el sustento alimentario de todo el planeta. Bien, veamos un poco cómo trabaja esta magnífica corporación:
Su principal estrategia en los últimos años ha consistido en patentar todos aquellos avances aparecidos en el campo de la biotecnología, es decir, han manipulado genéticamente todas las semillas que han encontrado alrededor del mundo para supuestamente potenciar sus mejores cualidades, sin embargo, lo único que han hecho ha sido inmunizarlas contra un veneno llamado glifosato (acusado de ser un agente cancerígeno y prohibido en muchos países, más de cincuenta en todo el mundo) y que ellos mismos comercializan bajo el nombre de Roundup (de paso han ido aniquilando la mayoría de especies locales con las que han experimentado). De esta manera abaratan costes de producción porque sólo es necesario esparcir las semillas por el campo y a continuación rociar el veneno, y así consiguen que todo lo que no nazca de las semillas modificadas muere al instante. Gracias a este sistema se pueden trabajar grandes superficies con muy poca mano de obra. El sistema parece ideal, sin embargo tiene muchos inconvenientes:
- Las semillas modificadas genéticamente son mucho más caras que las naturales puesto que es necesario pagar la patente que sobre ellas tiene Monsanto.
- Es imprescindible comprar toda la batería de agrotóxicos comercializados por la compañía, puesto que sin ellos el cultivo no es viable.
- Estas semillas sólo sirven para una cosecha puesto que la siguiente generación de semillas es estéril. En el caso de que un avispado agricultor decida guardar semillas para la siguiente cosecha lo más probable es que se encuentre con los investigadores de Monsanto (agencia Pinkerton y otras) que se dedican a ir por los campos cultivados para hacer cumplir su ley: un pago, una cosecha.
- El uso indiscriminado de los agentes químicos necesarios provoca un desgaste en la fertilidad de las tierras cultivadas que hace que éstas acaben inservibles con el paso del tiempo. Estos mismos agentes químicos se quedan en el interior de los cultivos pasando así al consumo humano, también sufren los acuíferos puesto que los agentes químicos van filtrando en la tierra hasta depositarse en las aguas subterráneas y así se incorporan al agua que consumimos los seres vivos.
La donación de semillas se produce a través del programa Winner de la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional). En la web oficial de la agencia (usaid.gov) definen su principal objetivo como “promover los intereses de la política externa de los Estados Unidos en la expansión de la democracia y de los mercados libres, mejorando la vida de los ciudadanos del mundo en desarrollo”. Siguiendo las actuaciones desarrolladas por la agencia se ve claramente cómo su único interés es proporcionar a las multinacionales norteamericanas todas las facilidades del mundo para poder explotar sin remilgos cualquier parte del mundo en desarrollo. En Haití, el programa Winner invertirá 126 millones de dólares en cinco años para construir una nueva infraestructura agrícola, es decir, para facilitar a Monsanto la total sumisión del mercado agrícola haitiano y acabar así con su soberanía alimentaria.
Curiosamente el director responsable del proyecto Winner es la misma persona que ostenta la representación de Monsanto en Haití y no es otro que Jean-Robert Estimé. Este mismo personaje fue ministro de exteriores durante la sangrienta dictadura (más de 30.000 muertos) de la familia Duvalier. Dicha dictadura como tantas otras en todo el Caribe y latinoamérica contó con la inestimable colaboración del gobierno norteamericano. Bajo el mandato del “señor” Estimé se inició la apertura a los productos alimentarios extranjeros. Gracias a ello, Haití importa hoy cerca del 80% de los alimentos que consume.
Obviamente, todas estas afirmaciones no son delirios de fanáticos anti transgénicos, y por eso la respuesta del campesinado haitiano no se ha hecho esperar. El pasado 4 de junio miles de campesinos (entre 8.000 y 12.000, aunque ya sabéis cómo funciona esto del recuento de participantes) se manifestaron para protestar contra el gobierno y Monsanto. En palabras de Jean Baptiste Chavannes (coordinador del Mouvman Peyizan Papay MMP y miembro de la organización Vía Campesina) “el gobierno utiliza el terremoto para vender el país a las multinacionales”.
Un último dato, en la presentación del balance del primer trimestre del 2.010 de Monsanto, su director ejecutivo Hugh Grant (no es el actor) señaló la bajada de beneficios con respecto al trimestre anterior (pasaron de ganar 1.009 millones de dólares a tan sólo 887 millones de dólares, pobrecitos qué pena dan). Esta bajada se debió a la disminución en las ventas de herbicidas y productos químicos. Según las estimaciones de la compañía no es posible aumentar los precios para compensar, puesto que estos ya están en los límites razonables, por tanto la mejor opción es abrir nuevos mercados.
A los pocos días, se anunció esta fabulosa donación a los pobres campesinos de Haití.
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