A pesar de las duras circunstancias que estamos viviendo (y
lo que nos queda) y de que nadie sabe a ciencia cierta el qué, el cómo y el
porqué de lo que está pasando; si parece que van delimitándose ciertas
coordenadas y parámetros de lo que será. Tal vez algo borrosos a causa del
temor con el que vivimos está situación.
Antes de la pandemia, parecía bastante clara la imposibilidad
de seguir adelante con la lógica devastadora del capitalismo. Ahora, aunque en
un momentáneo segundo plano, la realidad sigue siendo la misma. Deambulamos como
depredadores por un mundo de recursos menguantes como si no hubiera mañana. Lo hacemos
sin la más mínima conciencia de este hecho, concediendo el privilegio a unos
pocos de dirigirnos al cataclismo. A pesar de todo, no es tan fácil dirigir a
sociedades acostumbradas a la inmediatez, a la satisfacción a través del
consumo, a la identificación absoluta con la dictadura del salario. No es fácil
porque esto se acaba, al menos para la inmensa mayoría, y lo que viene no puede
ser asimilado sin más.
Los poderosos necesitan planificar el futuro para seguir
controlando la situación. Para ello, deben modificar con urgencia el imaginario
colectivo de lo que ellos llaman democracia. Necesitan transformar el orden
social y adaptarlo a una realidad cambiante para asegurar que nada cambia. Y necesitan
hacerlo saliendo, por supuesto, reforzados y vencedores, idolatrados por las
masas para perpetuar al sistema.
Cualquiera que haya pretendido o pretenda cuestionar el
modelo social que rige nuestras vidas, vive el aislamiento de esa sociedad en
primera persona. Sabe lo duro que es y lo fácil que resulta sucumbir. Si esto
sucede la sumisión es total. Ahora, todos estamos aislados y la sumisión se
acelera.
En estas circunstancias y amparados por el sagrado “bien
común”, el Poder despliega dos de sus tentáculos más poderosos buscando sentar
las bases de ese orden social renovado que necesita para el futuro inmediato.
La manipulación psicológica está haciendo que amemos a los
que nos explotan gracias a sus pequeños gestos de caridad, que vitoreemos a los
que hasta ayer nos golpeaban cuando defendíamos nuestros derechos, que adoremos
a los que nos han robado hasta el último céntimo desde sus poltronas. Y no sólo
eso, están consiguiendo que nos identifiquemos con ellos y ejerzamos de
policías sin placa. Estamos cavando nuestra propia tumba.
Pero también necesitan ejercer la coerción pura y dura. Han militarizado
las calles por nuestro bien, se intensifican los métodos de vigilancia, se
acentúa la brutalidad y la impunidad campa a sus anchas.
Mención especial merece la combinación de ejército y servicios
sociales que se está empezando a gestar. Tal vez esto sea el futuro, la gestión
de la miseria imperante a través de una burocracia de lo social que define con
criterios arbitrarios quién merece vivir y quién no. Una fuerza militar a pie
de calle para dar salida a esas decisiones y aplacar cualquier atisbo de
disidencia.
Mientras tanto, el resto atrapados en una vida compuesta de
trabajo y hogar (ambas cosas en claro descenso) aislados del mundo que les
rodea. Al menos, hasta que alguien decida que, simplemente, ya no eres
necesario.
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4 comentarios:
Es más fácil esperar a que alguien más haga el cambio, mientras miramos las nuevas series de netflix antes que hacer algo por nosotros mismos.
Nos acostumbran de ese modo prácticamente desde el minuto 1 de nuestras vidas.
Saludos,
J.
Hola J.
Nos acostumbran, nos instruyen pero no es una ley natural, no es inamovible. No debemos olvidarlo.
Saludos y gracias por pasarte y comentar.
Te pregunto: que acciones se pueden tomar para frenar este adoctrinamiento nuevo que nos están inculcado y quizás darle un fin al anterior?
Hola, Ciro.
Esa es una de las preguntas del millón. No tengo una respuesta contundente (ya me gustaría) Tal y como yo lo veo hay dos líneas de trabajo: la personal y la colectiva. En la primera es en la que más se puede hacer y, para mi, la clave está en atreverse a romper con el molde prefijado en el que nos movemos. Es decir, vencer el miedo a movernos en unos parámetros que no son los que se esperan de nosotros, aquello que socialmente es lo recomendable en función de las expectativas. Si se logra eso, que no es nada fácil pues implica como digo en el texto quedarnos excluidos para la mayoría (esto puede incluir familia y grupos de amistades, trabajo...)debemos buscar alianzas en otras personas que anden en nuestro mismo camino y empezar a vivir lo colectivo.
Como te decía no tengo una respuesta precisa. Creo que desde ese trabajo personal es desde donde se empiezan a dibujar las líneas de un nuevo modelo de vida.
Saludos y gracias por dedicar tu tiempo a pasarte y comentar.
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