Retomando el
último texto publicado en el blog,
sigo dándole vueltas a como parece ir evolucionando el modelo social en el que
estamos inmersos y las diferentes consecuencias que eso tiene para nosotros.
Hablaba de esa
sociedad de la cadena de montaje, de la fábrica, de su rigidez de valores, en
definitiva, de esa sociedad tan atada en corto. Así en ese momento se podía ver
claramente aquello que más la definía en ese aspecto.
Una sociedad de
control delimita claramente con sus muros físicos lo aceptable de lo
inaceptable, convirtiendo así en locos y/o criminales a todos aquellos que no
encajan en el estrecho marco de acción que estable. Sus parlamentos, sus
cárceles, cuarteles, hospitales, colegios,… se encargan perfectamente de esta
función. Sin embargo, toda esta maquinaria es harto pesada de mantener
engrasada y a pleno rendimiento. Y vemos como, poco a poco, con la aparición y
el predominio de ese nuevo modelo donde la fábrica pierde peso y la economía
financiera (con todo lo que implica) se hace dueña y señora, surge la necesidad
de acotar su funcionamiento para tan sólo casos especiales. Adoptando una nueva
forma para su desempeño diario mucho más “económica” y que consume menos
recursos y, por tanto, que la proporción del pastel a repartir entre las élites
sea mayor. Una forma de control que es una “consecuencia natural” (así lo
predisponen las teorías científicas) de la sociedad de consumo y del
emprendimiento en la que estamos hundidos hasta el cuello.
Ahora el
controlador ya no es externo, nosotros mismos nos encargamos de realizar esta
labor. Y parece que lo hacemos realmente bien. La verdad es que nos lo ponen
fácil. Basta con hacernos creer que lo tenemos todo a nuestro alcance, que
cualquier hijo de vecino puede ser el nuevo rey del mambo y llevar una vida de
lujo para que entreguemos todo nuestro arsenal de rebeldía interior. Miedo,
avaricia, idiotez… razones múltiples que conducen al mismo lugar: sumisión a
las reglas que otros han diseñado para nosotros.
Abandonada toda
esperanza, nos lanzamos a la carrera por los senderos marcados, sin darnos
cuenta de que todos son circulares. Todos nos llevan al punto de inicio, o lo
que es lo mismo, a ninguna parte. Porque en esta sociedad, el final de la
carrera es la muerte, sólo con el movimiento perpetuo puedes mantenerte a flote
dentro de ella. Aunque eso signifique cronificar un cansancio vital que nos
lleva a una especie de suicidio del espíritu, a una vida artificial, vacía. Ese
cansancio vital es uno de los mayores factores de control en este nuevo modelo.
A veces, lo podemos identificar como conformismo o apatía, pero en cualquier
caso, eso no surge de la nada. Nace de una estrategia predeterminada por la que
la velocidad se ha apoderado de todas nuestras acciones, no sólo produciendo
beneficios para los capitalistas sino que también en todo aquello que debiera
definirnos: el amor, la reflexión, la lucha y la resistencia, el compromiso…
todo debe hacerse rápido, todo nos cansa en extremo. Así, es difícil no caer en
el fracaso una y otra vez. Así es como nos sentimos cada vez más cansados, más
derrotados, más predispuestos a controlarnos y ser controlados. Nos conduce a
un inmovilismo vital que nos encierra en nosotros mismos o, en el mejor de los
casos, en pequeños grupos humanos creados alrededor de una idea común que con
el paso del tiempo se vacía de significado, si es que alguna vez lo tuvo.
El bucle puede
no tener fin, quién sabe. Lo único cierto, al menos para mí, es que pasan los
años y nada parece cambiar, nada hace sospechar que podamos ser capaces de
romper sus paradigmas, sus estrategias. Aunque siempre he creído que en
la derrota es donde uno empieza a vislumbrar la esperanza.
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4 comentarios:
Lovely blog. Thanks for sharing with us.This is so useful.
¡Cansancio! Exigen tanto y exigen rapidez, rendimiento, productividad... incluso en actividades que exigen tiempo, como la reflexión y la escritura...Por eso hay malos libros,mala literatura: productos vacío s en contenido que expiran y detrás vienen más por la demanda...¡Cansancio! De sentir que no puedes ir al ritmo del éxito...
Thanks Thomas
Gracias por tu reflexión Napoleón. Da mucho que pensar ese final... eso de sentir que no puedes ir al ritmo del éxito.
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