Desde hace unos días se repiten los mensajes de políticos y
demás ralea acerca de recuperar la normalidad. Pero no una normalidad
cualquiera, no. Una nueva normalidad que requerirá de un esfuerzo titánico (con
todo lo que eso suele implicar) por parte de todos porque al parecer ya nada
será como antes.
Mucha gente, ingenuamente a mi parecer, cree que algo mejor
está por venir. Se basan en la idea de que todas vamos a salir “mejores
personas” de esta terrible situación. Y lo creen porque se encargan a cada
instante de recordarnos como la solidaridad se ha apoderado de la población y
que eso, esa ola solidaria, ya no podrá detenerse. Por fuerza nos conducirá a
una normalidad más amable, más humana. Pura propaganda para espíritus
reblandecidos por el confinamiento y la melancolía producida por todo lo que ha
dejado de ser posible.
La normalidad es la cualidad de lo que se ajusta a la norma. Lo
que es normal es su base constituyente. Y esto, la norma, es
precisamente lo que ninguno de nosotros podemos elegir, podemos decidir. Porque
para que fuera posible una nueva normalidad es imprescindible que haya una
nueva norma y eso no va a suceder. Las normas las dictarán los de siempre, los
que no tienen la más mínima intención de cambiarlas.
La normalidad se basa en la necesidad de trabajar para poder
vivir de la inmensa mayoría de la población mientras unos pocos disfrutan de la
ganancia que esos trabajos producen.
La normalidad se basa en la necesidad de consumir porque es
la única vía libre que nos han dejado para que esta vida normal merezca la pena
ser vivida según sus mismos criterios. Si no puedes consumir, no mereces formar
parte de la normalidad.
La normalidad se basa en explotar uno tras otro, o todos a la
vez, todos los recursos naturales (incluidos nosotros mismos) para mantener ese
nivel de consumo imprescindible para que nos consideremos suficientemente
valiosos.
La normalidad se basa en la aceptación de la delegación como
método de gestión de todo aquello que nos concierne.
La normalidad se basa en la creencia de que lo justo y lo
legal son una misma cosa sin cuestionarnos ni por un momento quién hace esas
leyes y con qué finalidad.
La normalidad se basa en la necesidad de que el monopolio de
la violencia esté en manos ajenas que se presuponen neutrales y que sólo desean
el bien común.
La normalidad se basa en mil y un aspectos que en ningún
momento han sido cuestionados radicalmente. En el mejor de los casos, es probable
que los pequeños matices puestos en tela de juicio sean absorbidos y
maquillados por el sistema, tal y como siempre lo ha hecho tras cualquier tipo
de crisis. En el peor, saldremos de esta aceptando recortes a nuestros derechos
y libertades en favor de un mayor control y seguridad.
Porque si alguien va a salir beneficiado al final de todo
esto será el Capital y, por encima de todo, el Estado que está recuperando una
centralidad en el tablero de juego que había ido perdiendo en esta fase de
Capitalismo globalizador.
Desde luego, los perdedores seremos los de siempre. Me temo
que lo que tendrá de nuevo la normalidad que se acerca es la interiorización
del miedo, de eso que ha sido llamado distanciamiento social. Dirán que es por
nuestro bien, por nuestra salud, por el futuro de nuestros hijos. Conseguirán que
seamos nosotros mismos los que nos encarguemos de que esto sea así (sólo hay
que ver el fenómeno de la policía de balcón) Pero lo cierto es que una sociedad
basada en el distanciamiento social es humana y políticamente invivible,
inhabitable.
Sin el esfuerzo consciente de muchos, seremos atomizados
hasta desintegrar cualquier opción de mantener vivos los lazos emocionales
sobre los que desarrollar un verdadero ataque a los grandes mecanismos de
reproducción y conservación social. Eso es, las instituciones y los mecanismos
a través de los que se destilan los valores dominantes y se inocula su
reverencia.
Cuando todo esto sauceda debemos ser capaces de mantener en
pie la capacidad de amar, de pensar, de decir y, sobre todo, de actuar en
consecuencia. No debemos refugiarnos en pequeños lugares seguros. En burbujas
que nos insuflan una falsa sensación de seguridad, ni en esa red omnipresente
por muy intolerable que nos puede parecer lo que nos rodea. Justo esa
reclusión, es la condición necesaria para seguir formando parte de su
normalidad.
La tarea a la que se enfrenta cualquier persona que ansía una
vida fuera de los parámetros establecidos es enorme. Luchar para que su nueva
normalidad no cristalice pero también, para que la vieja normalidad no vuelva
jamás. Desatar toda la potencia de resistencia al tiempo que la creatividad
ocupe el lugar que le corresponde no es tarea fácil. Es tarea imprescindible.
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3 comentarios:
La normalización que beneficiaría al Pueblo y a la clase trabajadora en general seria aquella que anulase la explotación del hombre por el hombre, es decir con el finiquito del sistema de trabajo basado en la explotación capitalista de la burguesía a los trabajadores. Una sociedad sin la casta ruin y privilegiada de la burguesía que se nutre y engorda a costa del trabajo y el sufrimiento de las clases trabajadoras. ¿¿Y cómo conseguirlo?? Haciendo la revolución, porque las castas capitalistas no van a desistir de su fructífera fuente de ingresos basada en la explotación y el robo del fruto del trabajo de los trabajadores. Mataran y harán un genocidio para ello, tal y como ocurrió con el golpe de estado de Franco, que fue un pelele contratado por aquellas castas burguesas hegemónicas para destruir aquel gobierno progresista de la Republica, pues había comenzado a aplicar políticas que beneficiaban a las clases populares y trabajadoras, en detrimento, claro está, de las elites burguesas hegemónicas que se asentaban en la Republica y cuyo resultado fue la destrucción de la Republica, tras un monstruoso genocidio, y la implantación de la dictadura llamada franquista. Pero olvidémonos de Franco, como el artífice de aquel genocidio, solo fue el figurante exactamente igual que todos los recurrentes golpes de estado de la época protagonizados por militares, donde detrás de estos militares, históricamente, siempre han estado las elites económicas al comando del propio dictador militar de tuno. Este siempre ha sido el procedimiento habitual del clásico golpe de estado a un gobierno progresista. Siempre como protagonistas las castas económicas hegemónicas del país en cuestión, siempre escondiendo la mano y poniendo el capital. No olvidemos ese sabio proverbio que dice “Don dinero, poderoso caballero”. Aunque en los últimos tiempos esta práctica del golpe de estado no suele ser habitual, más que nada porque el clásico partido de izquierdas ha desaparecido de la liza electoral, al menos en el estado español done existe u PCE que parece que ha degenerado a ser testimonial y otros que mal viven, por su falta de capacidad , parece que para testimoniar intenciones revolucionarias. Pero todo llegara, sobre todo con esta negra coyuntura que amenaza al Régimen
Hola beniezu
Totalmente de acuerdo con la primera parte del comentario. En cuanto a lo de que todo llegará, no sé si soy tan optimista. Desde luego, coincido en que si algo pasa no será por la acción revolucionaria de ningún partido.
Ciertamente, compañero, no lo sera por ninguno de los partidos que hoy andan paseando por ahí, Ese partido esta por construir , por los sectores mas concienciados de la clase trabajadora , Tenemos a la vista un escenario que va ser un aliciente para la revelion pues se avecina, tiempos de paro y represión , El sistema capitalista va responder con virulencia ,como siempre lo ha hecho Se avecina tiempos de lucha organización y concienciacion,
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