lunes, 20 de mayo de 2019

SEGUIMOS BAILANDO AL SON QUE NOS MARCAN



Tocan elecciones, varias, pues allá vamos. Llevamos meses comiendo caldo electoral de día y de noche. Todo se centra en eso. Ahora toca parar el fascismo, en las anteriores acabar con el bipartidismo y el Régimen del 78, en las próximas tal vez salvar el proyecto europeo, o que sé yo. Todo esto con una simple acción, el voto, que para eso es la quintaesencia de la democracia. Sí, miles de años de evolución han dado como resultado que poner un papel en una caja s la mejor forma de tener el control sobre tu vida. ¡Bravo!

Vamos a ello, nos engañamos y votamos. Ya s sabe, el mal menor, votar con la nariz tapada… Por seguir con los tópicos, ahí va otro. Eso es como salir al campo a que no te goleen y cosechar la mayor derrota del año (sucede en nueve de cada diez ocasiones, en la otra pierdes igual pero más decorosamente) Da igual quién gana, aunque ganen los “tuyos”, tú pierdes siempre. Es sencillo, el juego tiene unas normas y si juegas tienes que seguirlas. Si las sigues no hay posibilidad de que el resultado te sea favorable, a menos que te conviertas en ferviente seguidor del juego y admitas que las migajas que puedan caerte son un suculento botín. En el mejor de los casos, mejorará algún aspecto superficial que en poco afecta a lo fundamental. En el peor, te quitarán el maquillaje de golpe y verás el verdadero rostro de un mundo que agoniza y, mientras lo hace, destruye todo lo que encuentra a su paso.

Vivimos en las llamadas democracia liberales (afortunados que somos) cuyo nombre, en contra de lo que muchos puedan pensar, no se debe al predominio de la libertad individual de las personas, sino a la libertad del Capital para seguir siendo acumulado por unas pocas manos. Y eso es todo, podrán darle cincuenta mil vueltas al asunto, pero el meollo se mantiene intacto.

Aun así, nosotros a lo que nos digan, que no nos falten temas ni elementos para marear la perdiz y demostrar lo buenos oradores y argumentadores que somos todos.
Que si quién es el más fascista de todos, o el más imbécil, llámalo como quieras; que si los gobiernos del cambio han servido para cambiar algo o no, que si un fulano ha apadrinado la sanidad pública, que si tal o cual ha hecho méritos para esto o lo otro; que si tu bandera es más grande y más bonita que la mía… Hasta los que tienen claro (o eso me parece) que no participan en el circo, andan todo el día pendientes de todo y buscando, de paso, traidores entre los suyos que hayan sucumbido a la tentación. Y así pasan los días, los años, la vida.

Lo peor, es que todos sabemos que hasta las decisiones que no son más que migajas para nosotros, no dependen de los votos sino de la presión social en la calle y en el trabajo. Ningún gobierno aprueba nada mínimamente favorable a la mayoría sin que ésta lo exija, al fin y al cabo, si no lo van a poder rentabilizar en votos en las próximas elecciones para qué molestarse. Se lo ponemos tan fácil, somos tan dóciles, nos conformamos con tan poco…
 

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