En los últimos tiempos
se ha encumbrado una nueva obsesión en el panorama político del país, la
veracidad o no de los méritos académicos de los políticos. Al parecer no hay
temas más importantes de los que preocuparse y, por supuesto, le ha faltado
tiempo a todo el entramado mediático de masas para taladrar a la gente con esta
cuestión.
La verdad es que me
importa poco el asunto. Aunque no me extraña el revuelo montado porque la
meritocracia hace mucho tiempo que se ha instalado en nuestra forma de pensar y,
por tanto, parece de suma importancia que falseen estos méritos para mantener
la ilusión ante su público. Tampoco debería sorprender demasiado que parte del
sistema educativo se preste al juego. Esto ha sido, es y seguirá siendo así.
Todo el mundo sabe que el que tiene pasta, tiene todas las facilidades del
mundo para conseguir lo que se le antoje. Los que no tienen, a sudar y a
esperar que se haga “justicia” con su derroche de esfuerzo y talento. Así es
como funciona.
Sin embargo, en todo
este asunto sí hay algo que me ha llamado la atención, por desconocimiento del
asunto, y es el tema de la tesis del presidente del gobierno: La diplomacia
económica española.
El Observatorio de Multinacionales en
América Latina define el tema de la siguiente manera:
Se conoce como diplomacia económica al conjunto de
acciones de presión e intermediación que las instituciones públicas de un
Estado realizan al servicio de los intereses en el exterior de las empresas
multinacionales con sede en dicho Estado. Supone el despliegue del aparato
diplomático y de la intervención de las más altas autoridades y
representaciones del poder público con el objetivo de facilitar la
internacionalización de esas empresas. Y es un ejemplo más del papel
fundamental que el Estado juega en la expansión del capital transnacional y en
la salvaguarda de los intereses de las compañías multinacionales, que priman
sobre el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Después
de leer esto empiezo a comprender. Básicamente, es lo que hace cualquier Estado
para garantizar que el capital siga obteniendo beneficios sin importar nada
más.
Así, proteger y amparar
a los Florentino o Villar Mir de turno o a las petroleras para que sigan
expoliando América Latina por encima de todo y de todos, forma parte de la
diplomacia económica.
Mandar a la armada al
cuerno de África para que la flota pesquera patria pueda seguir esquilmando
aquellos mares forma parte de la diplomacia económica.
Afirmar que las bombas
son inteligentes y no matan, forma parte de esa diplomacia para que puedan
seguir lucrándose los fabricantes y los vendedores de muerte. Realizar
continuos actos de vasallaje ante dictaduras como la Saudí forman parte de esa
diplomacia.
Dar cobertura legal al
fraude fiscal de las grandes fortunas patrias también es diplomacia económica.
Apuntalar la ocupación
marroquí del Sahara mientras empresas españolas siguen sangrando sus recursos
naturales, es diplomacia.
Auspiciar que la realeza
y sus amantes ejerzan de agentes comerciales por el mundo (con sus consabidas
comisiones por supuesto) también entra dentro de la diplomacia económica.
La lista es inacabable
y en mi opinión, esto es lo que nos debería preocupar de este asunto de la tesis.
El resto es puro espectáculo, entretenimiento para mantenernos ocupados y
dividos.
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