A colación
de la última entrada publicada en el blog, hace unos días conocía
un par de noticias que reforzaban mi sensación de sentirme
totalmente fuera de juego con la sociedad a la que pertenezco.
Por un
lado, me enteraba de
una noticia que hacía referencia al aumento imparable de mujeres que
en los últimos tiempos deciden congelar óvulos a la espera de
encontrar un buen momento para ser madres. Esta situación se daba
mayoritariamente en mujeres que se situaban alrededor de los 35 años
y se calculaba que la intención era ser madre sobrepasados
ampliamente los cuarenta. El motivo fundamental de la decisión era
por cuestiones laborales. Incluso se mencionaba que grandes
multinacionales habían empezado a financiar este “tratamiento”
para sus empleadas. Las mujeres que aportaban sus testimonios para
complementar la noticia decían que no podían permitirse el lujo de
ser madres cuando sus carreras profesionales estaban despegando
porque corrían el riesgo de perder todo lo conseguido tras años de
estudios y esfuerzos.
La otra noticia correspondía
a un estudio realizado en el que la principal conclusión que se
establecía era que las personas con trabajos precarios e inestables,
sufrían más situaciones de inestabilidad emocional y problemas de
salud mental incluso que las personas sin empleo (incluidos parados
de larga duración) Se destacaba el hecho de que esta era una
tendencia que había surgido en los últimos años y que se mostraba
en alza. Se concluía que la incertidumbre vital que provocaba la
situación de precariedad era mucho mayor que la de aquellos que
tienen la certeza de que su situación no va a cambiar y ya se saben
en el fondo del pozo social.
Estas dos noticias y tantas
otras relacionadas, orbitan alrededor de una cuestión que se ha
convertido en vital en la historia de las sociedades contemporáneas:
el trabajo asalariado. El paso por el mercado de trabajo es
prácticamente la única formula legal que el sistema actual ofrece a
la mayoría de la población para acceder a un mínimo pedacito de
riqueza. Y necesitamos tanto ese pedacito para poder consumir y
cubrir nuestras necesidades (que por supuesto están todas
monetarizadas) y somos tan asquerosamente devotos de la legalidad,
que aceptamos esta lógica sin rechistar.
Liberarnos del peso que
significa tener que ocupar nuestra energía y nuestro tiempo en
conseguir y mantener, cueste lo que cueste, un trabajo nos impide ver
e ir más allá. El trabajo domina de tal manera nuestras vidas que
acaba por absorber nuestra esencia misma y acabamos definiéndonos
como personas en función del trabajo que desempeñamos (basta hacer
un pequeño experimento, preguntad a varias personas cómo se
definen, qué son y te contestarán diciéndote de qué trabajan).
Ésta es una de las mayores locuras colectivas de las que
participamos, vivimos nuestra vida en función del trabajo. Tomamos
nuestras decisiones basándonos en lo mejor para nuestra vida
laboral. Nuestra vida emocional se ve influida de forma apabullante
por la cuestión del salario y todo lo que conlleva.
Iniciar la vía para romper el
mito que une trabajo asalariado y acceso a la riqueza (es más,
romper la sinonimia entre riqueza y dinero) es fundamental para poder
liberar gran parte de ese potencial mal utilizado y que podríamos
usar para tratar de acercarnos más a lo que deseamos que sea la vida
y nuestra forma de pasar por ella.
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4 comentarios:
Hola,
No veo en tu perfil de blogger ningún correo electrónico para contactar contigo. Quería proponerte una colaboración.
un saludo,
Hola Jesús
quebrantandoelsilencio@gmail.com
Very good blog.Really looking forward to reading more. Will read on. Thank you
Thanks Robert
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