Matiz:
5. En lo inmaterial, grado o variedad que no altera la
sustancia o esencia de algo.
El matiz se ha convertido en una de las unidades de
referencia básica en la actualidad. Concretamente, es una fuente inagotable de
generación de conflictos que, como no puede ser de otra forma, jamás producen
una alteración sustancial en la cuestión sobre la que se establece dicho
conflicto.
Trasladando esto a la actualidad inmediata, podemos ver
gran cantidad de ejemplos en los que se producen grandes disputas por matices.
Estamos metidos de lleno, queramos o no, en una campaña
electoral en la que más partidos políticos que nunca están en posición de
alzarse vencedores. Sin embargo, cuando descendemos al nivel de los programas
electorales, vendidos como la plasmación de opciones ideológicas muy
diferenciadas entre sí o, incluso, como antagónicas; vemos como en el fondo tan
sólo ofrecen diversos matices en cada cuestión. A modo de ejemplo, tenemos la
tremenda cuestión del alto número de desempleados y las posibles soluciones que
cada partido ofrece: más o menos empleo público, diferentes tipos de
contratación, diversas políticas de empleo y formación, mayor o menor cantidad
de dinero dedicado a la investigación y el desarrollo, exenciones fiscales y un
largo etcétera. Pero ninguna de estas “soluciones” altera la sustancia del
asunto y del drama del desempleo. La fatalidad de no tener empleo, de no cobrar
un salario es que precisamente el salario es la única opción que el sistema
considera válida para que la inmensa mayoría de la población acceda a la
riqueza (una riqueza que bajo ningún concepto puede considerarse propiedad
particular de nadie). La dependencia absoluta del salario para vivir nos
condena a tener que vender nuestra vida para poder vivirla. Esto es algo que
ningún programa electoral ni medida gubernativa va a alterar. En definitiva,
esto convierte toda esa retahíla de propuestas en meros matices que en nada
alteraran la esencia de la esclavitud humana que comporta la dependencia del salario.
Más vergonzante es lo sucedido estos últimos días en la Cumbre contra el cambio
climático acaecida en París. Podía parecer, por la dificultad de llegar a un
acuerdo (han tenido que alargar la cumbre y con ello el teatrillo que estaban
llevando a cabo), que se estuvieran debatiendo auténticas cuestiones
fundamentales sobre la esencia del problema. A la vista del resultado y como
cabía esperar, lo más que se estaba discutiendo eran medidas de maquillaje en
el mejor de los casos (reducción simbólica de emisiones y demás) y el reparto
de la tarta del nuevo mercadeo del capitalismo verde en la más probable de las
circunstancias. En cualquier caso y nuevamente, matices. En ningún momento se
trataba de ir a la sustancia y alterarla, bajo ningún concepto se intentaban
socavar los dogmas del crecimiento infinito frente a la finitud de los
recursos, el extractivismo, la explotación y el absoluto desprecio por toda
forma de vida que no sea la suya propia, en los que se basa el capitalismo y
que está en la raíz del asunto.
Más allá de las cuestiones que afectan a lo macro, parece
lógico pensar que esta cuestión de matices también está muy presente en lo
micro, en la cotidianidad de cada uno. Los matices nos mantienen ocupados en
eternas disquisiciones que no nos permiten ahondar en la esencia de nuestros
propios problemas y contradicciones. Funcionan a la vez como impulsores de
nuestros actos y como excusas perfectas para nuestras omisiones. Nos
convertimos en verdaderos profesionales del matiz para justificarnos ante
nosotros mismos y ante los demás.
Sin embargo, no puedo olvidar que en la definición que
encabeza esta reflexión se hace referencia a lo inmaterial. Personalmente,
identifico esto con un ideal al que me gustaría acercarme al menos y si no; por
el que intento luchar de la mejor forma que puedo o entiendo. Pero es imposible
obviar que vivimos en un mundo material, con necesidades materiales que hay que
resolver día a día. En este territorio es imprescindible saber navegar entre
los matices, sólo aquí cobran sentido siempre que seamos capaces de vislumbrar
cuál es la sustancia del asunto en cuestión y no perder de vista hacia dónde se
pretende caminar. Se puede trabajar sobre los matices, pero jamás considerarlos
como opciones finalistas porque esta es la estrategia que conduce directamente
al eterno carrusel reformista. Lamentablemente y desde mi experiencia, no hemos
sabido manejar esta circunstancia y esto se ve reflejado en una existencia cada
vez más alejada de lo sustancial, más alejada de la esencia de todo ser.
Incluso cuando, desde un sentimiento de injusticia e insatisfacción con la
sociedad de la que formamos parte, decidimos organizarnos colectivamente para
denunciar/actuar en pos de construir algo mejor, nos vemos irremediablemente
arrastrados por los matices que generan eternas y terribles disputas entre
personas y colectivos que si fueran sinceros en sus proclamas deberían estar
sin duda en el mismo lado de la barricada.
Imprimir
No hay comentarios:
Publicar un comentario