jueves, 15 de mayo de 2014

LA FARSA*



Hoy me han llegado las primeras invitaciones para la gran fiesta de su democracia. Exacto, unas papeletas para las próximas elecciones europeas (y de los que se hacen llamar socialistas ni más ni menos). Este hecho ha roto mi endeble intención de mantenerme al margen de este espectáculo, así que ya que parece ser que me tienen en cuenta voy a hacerles llegar mi opinión al respecto. Por si acaso se les ocurriera leerse este artículo.

De nuevo se ha alzado el telón y como no podía ser de otra forma aparece ante nuestros ojos la misma función de siempre aunque con ligeros retoques por parte de la dirección de la obra para asegurar el lleno el día del estreno. Son conscientes de que en las últimas representaciones ha ido bajando el número de votantes de manera escandalosa aunque hayan hecho lo imposible por ocultarlo y, sobre todo, han tratado de culpabilizar y de señalar a los que no participan del espectáculo.

Para el estreno de esta temporada han incluido alguna novedad con el fin de hacerla más atractiva, así al habitual acaparamiento de los papeles protagonistas por parte del partido único bipolar que protagoniza y se adjudica el papel de garante de la democracia, tenemos un mayor y más selecto número de secundarios. Y también han optado por añadir tramas secundarias para cubrir el mayor espectro de público posible.

Así vemos cómo han repetido la trama del juez estrella que se pasa a la política pero con unos tintes más populistas que la anterior ocasión con Garzón. Le han diseñado un partido a medida para que pueda acaparar al público que sostiene la teoría de que el problema de todo es la falta de transparencia de los políticos. En mi opinión el pastel se está deshinchando por momentos y difícilmente cumplirá con su cometido con algo más que un aprobado raspado. En esta misma línea tenemos el partido del hombre que susurraba los secretos fiscales suizos y que todavía queda en un plano de menor importancia.

Desde luego la apuesta estrella de la temporada es la propuesta personalizada en una figura de la televisión alternativa que de la noche a la mañana pasó a tener cuota de pantalla en todos los medios de desinformación controlados por la dirección de esta trama. Con esta línea argumental han acertado de lleno, al menos de momento, para captar la atención de una gran parte de los descontentos con la situación que hasta la fecha no estaban muy identificados con ninguno de los principales protagonistas. También han conseguido crear la polémica entre aquellos que en principio no querían saber nada de la función y que al final de una manera u otra acaban participando y, por tanto, asumiendo la farsa electoral.

Todas estas vías nuevas han restado protagonismo a los habituales secundarios que en anteriores representaciones habían ido aumentando su cuota de pantalla, sin embargo, siguen siendo fundamentales para dar esa apariencia de pluralidad que tanto gusta a los directores del cotarro.

Ahora en serio, el poder no es para nada estúpido y sabe que necesita que sigamos participando del juego electoral y que así se siga justificando esta patraña de sistema democrático. En las últimas convocatorias electorales se ha ido agrandando la cantidad de gente que se abstiene por una u otra razón. Eso siempre ha sido así, la diferencia es que cada vez parece que es mayor el número de esas abstenciones que se hacen de manera consciente y con la intención de no seguir apoyando la falsa electoral y el asqueroso axioma que pone en el centro de la democracia al voto.

Esto es lo que les preocupa realmente y se nota. El único mensaje coincidente en su totalidad por todos los aspirantes a ocupar poltrona de poder es el de votar. Hasta la saciedad se oye el argumento de que votar es la única opción de cambiar las cosas. Esta frase en boca de los habituales no me produce otra cosa que vergüenza ajena y asco a partes iguales, pero dicha por todo ese elenco de secundarios de los que hablábamos (y sobre todo, oída y aceptada ciegamente por gran parte del personal que se posiciona por la construcción de ese otro mundo posible) que se envuelven en la bandera de la verdadera democracia, la transparencia, la construcción desde abajo y cosas por el estilo me da a entender qué lejos estamos todavía de forjar una forma de organización social donde no haya nadie por encima de nadie y donde no exista la posibilidad de abusar del poder que da el tener en las manos las vidas de otras personas.

Cada cual que actúe como crea conveniente, yo por mi parte no quiero participar de la farsa y esta será mi única aportación a la función y, por favor, que nadie me venga con la tontería de si no votas luego no te puedes quejar.

*Según el diccionario de la RAE farsa.
(Del fr. farce).
1. f. Pieza cómica, breve por lo común, y sin más objeto que hacer reír.
2. f. Compañía de farsantes.
3. f. despect. Obra dramática desarreglada, chabacana y grotesca.
4. f. Enredo, trama o tramoya para aparentar o engañar.

Imprimir

2 comentarios:

sapiens dijo...

El único medio pacífico, no violento, civilizado, de obligar a la clase política y a los partidos políticos a que respeten a los ciudadanos, modificando la constitución, es la ABSTENCIÓN, es el único camino que hay.
La solución para anular este corrupto y despiadado sistema es NO VOTAR; por lo tanto la forma más eficaz de acabar con esta podrida oligarquía.
Si queremos acabar con esta falsa democracia en manos de una corrupta partitocracia, ya sabemos lo que tenemos que hacer, quedarnos en nuestras casas y NO VOTAR.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. No tenemos otra opción. Esto es una farsa completa.