Personalmente, estoy contento de ver la forma y, sobre todo, el contenido que va cogiendo esta historia. Ya no se oían consignas de corte reformista, ni machaconas explicaciones acerca de la imperiosa necesidad de reformar la ley electoral, ni se identificaban los privilegios de los políticos como el mayor de los problemas. Muy al contrario, se hablaba mucho de democracia directa (¡ojo! Ni siquiera participativa, sino directa: el poder para las asambleas), se hablaba mucho de instituciones financieras, de violencia estructural por parte de los Estados,...
Me dio la sensación de que en este par de meses, todos nos hemos ido formando e informando (paso previo fundamental para establecer un pensamiento crítico que nos permita iniciar el camino sin retorno hacia una nueva manera de vivir) y hemos ido afinando en nuestro ideal social y en cómo deberían funcionar las relaciones entre los seres humanos.
La verdad es que la manifestación ha supuesto un subidón de energía pura y dura para seguir en la brecha. Todas las personas con las que hablé me relataban lo mismo: esto continúa y somos conscientes de que va para largo y no pensamos desfallecer.
Mención aparte merecen los relatos de los compañeros que participaron en las diferentes marchas. Eran, con diferencia, los más entusiasmados con toda la historia y, lejos de mostrar signos de desgaste se encontraban dispuestos a seguir en la lucha más que nunca.
Se puede estar de acuerdo o no con los métodos de lucha y con la divergencia ideológica, pero es indudable que gente que se entrega con el corazón y el alma merecen el apoyo de todos.
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