En muchos de los Estados modernos, los tratados constitucionales explicitan que el Gobierno y toda su maquinaría tienen como deber último trabajar por la felicidad de sus ciudadanos (o por su bienestar como se indica en las Constituciones más recientes). Para ello, el Estado cuenta con la inestimable ayuda de su compañero de viaje: el capitalismo en cualquiera de sus versiones contemporáneas. Juntos han puesto en pie una maquinaria gigantesca destinada a satisfacer ese gran objetivo.
El primer paso es definir el concepto de felicidad porque como acostumbra a pasar en nuestras democracias eso es una tarea que no recae en el pueblo si no en las elites dominantes. Para realizar esta tarea la dualidad gobernante pone diversos mecanismos en marcha.
El primero de ellos es el sistema educativo, donde desde las edades más tempranas se encargan, de manera muy efectiva, de ir aniquilando cualquier esperanza de formar un espíritu crítico y reflexivo capaz de sacar sus propias conclusiones acerca de la realidad que les rodea, de esta manera se prepara el terreno para el posterior adoctrinamiento que tiene como base la creencia de que todo lo que el Estado dispone ha de ser por fuerza lo que más nos conviene. A esto se le suma una educación basada en la competitividad y los méritos individuales cuya única finalidad es conseguir un puesto de trabajo que nos permita ganar el dinero necesario para llevar una vida feliz según los cánones oficiales.
Otro de los mecanismos de los que dispone el poder son los medios de comunicación, teniendo un papel fundamental la televisión. Son estos medios los que proporcionan de manera inmediata y repetitiva las imágenes de lo que debe ser la aspiración de todo ciudadano. Constantemente, nos muestran a personas que son el modelo a seguir por todos porque una de las claves de la felicidad tal y como la entienden los poderosos es el éxito, sobre todo el profesional, ya que este éxito garantiza el poder adquisitivo necesario para alcanzar el ideal de felicidad. Por supuesto, los modelos que presentan se corresponden con personas que no han necesitado desarrollar su intelecto ni sus capacidades emocionales para llegar a lo más alto, sólo hay que ver que hoy en día los deportistas de élite, los personajes televisivos y demás gentes relacionadas con el mundo del ocio son el ideal que debemos aspirar a alcanzar el común de los mortales, es decir, ocupaciones que no aportan nada al desarrollo del ser humano ni de la sociedad. Obviamente, no hay lugar dentro de ese modelo para personas que dedican su vida a trabajar por un mundo mejor porque eso puede estar bien como mera anécdota en el currículum vital de una persona pero no como ocupación principal.
Para remarcar todos estos aspectos, el Poder dispone de una tercera vía de adiestramiento que sirve al mismo tiempo como referente de una vida feliz y como escaparate de todo aquello que como buenos ciudadanos debemos aspirar a poseer. Esta vía es la industria del ocio.
Día tras día, esta enorme maquinaria nos enseña a través de sus pantallas, sus altavoces, sus viajes organizados y el resto de sus innumerables posibilidades cómo debería ser la vida de una persona feliz. Aquí es donde se pone la guinda al pastel para acabar de convencernos (si es que no lo estamos ya) de que somos seres afortunados que tenemos a nuestro alcance un sinfín de productos y servicios de los que podemos disfrutar para alcanzar una vida perfectamente feliz.
Así con todos estos mecanismos funcionando a pleno rendimiento, las personas acabamos cayendo en su juego y dejando de lado cualquier aspiración personal para sucumbir a las ideas dominantes. Con ello, aceptamos plenamente la idea de que nuestra finalidad debe ser procurarnos la felicidad, por supuesto la felicidad que las Instituciones dominantes han diseñado para nosotros y que no es más que la acumulación de pertenencias que poco o nada aportan a nuestro desarrollo integral como seres humanos.
De esta manera, encontramos que alguien se define como feliz cuando posee todo aquello que su rango ocupacional (es decir, según el trabajo que desarrolle y el sueldo que percibe por ello) le permite e incluso un poco más gracias a la generosidad de los bancos que le conceden créditos por encima de sus posibilidades para poder mejorar esos bienes tan preciados que le hacen tan feliz. Al final todo queda reducido a una mera cuestión de consumo: para ser feliz hay que tener el mejor coche (o coches porque con uno sólo no es suficiente) la mejor casa, los mejores electrodomésticos, cuantas más televisiones mejor, por lo menos unas vacaciones al año (cuanto más lejos sean del hogar mejor para el nivel de felicidad), el mejor colegio para la descendencia (lo de mejor colegio suele medirse en función del dinero que cuesta la escolarización) y muchísimas más cosas que todos y todas seguro tenemos en mente ahora mismo.
Este es el tipo de carrera desenfrenada en la que nos vemos embarcados si queremos ser felices tal y como debe ser. Por supuesto, estamos tan absortos por el pensamiento dominante que nos deslizamos por la vida en pos de esta felicidad carente de contenido y de esfuerzo que sólo requiere de nosotros que trabajemos religiosamente durante toda nuestra vida.
Este concepto de felicidad se ha visto enormemente reforzado desde que se instauró el llamado “Estado del Bienestar” puesto que a partir de ahí, al tener “cubiertas” las necesidades sanitarias, educativas y sociales, las personas sólo tuvieron que preocuparse por alcanzar el ideal expuesto.
Estas ideas inculcadas por el Poder tienen unos beneficios monstruosos para aquellos que lo ostentan. Por un lado, garantizan el constante consumo que está en la base del funcionamiento del sistema capitalista y que reporta los beneficios económicos de los que se alimentan las grandes corporaciones. Por otro lado, asegura una constante masa de personas dispuestas a trabajar bajo las condiciones que sean con tal de poder tener acceso a los productos que garantizan la felicidad. También se consigue mantener a la mayoría de la población en un estado de empobrecimiento intelectual y espiritual que sirve para que este mismo Poder no pueda verse amenazado. En definitiva, es un negocio redondo para los que están en posiciones privilegiadas que se lucran y se afianzan a cada día que pasa bajo este modelo de felicidad indolora que nos han impuesto.
Frente a todo esto, y en nuestra opinión, debe ponerse sobre la mesa que este concepto de felicidad está vacío y de nada sirve, puesto que no es posible la felicidad basada en lo material. No es posible porque esta felicidad necesita, para poder sustentarse, que dos tercios de la población mundial estén al borde de la muerte, no es posible porque mientras los seres humanos no entendamos que todos formamos parte de la misma historia jamás seremos plenamente felices, no es posible porque no se puede vivir bajo la amenaza constante del exterminio, no es posible porque vamos de cabeza a la destrucción del planeta que nos sustenta, no es posible porque no es un modelo válido para las próximas generaciones, no es posible porque excluye cualquier referencia a todo lo que no sea individualista y, por tanto, contrario al bien común.¿Somos felices sabiendo que a nuestro alrededor mil millones de personas mueren de hambre a causa de nuestra insaciable hambre de “felicidad”? ¿Somos felices sabiendo que no habrá un planeta en el que puedan vivir las próximas generaciones? ¿Somos felices sabiendo que millones de inocentes mueren a causa de las guerras organizadas exclusivamente para asegurar los recursos que permiten esta “felicidad”? Sinceramente, creo que no. Me niego a pensar que tener el último modelo de teléfono, cambiar de coche con regularidad o hacer un crucero por el Mediterráneo compensen estas realidades de muerte y destrucción de las que se sirven.
El primer paso es definir el concepto de felicidad porque como acostumbra a pasar en nuestras democracias eso es una tarea que no recae en el pueblo si no en las elites dominantes. Para realizar esta tarea la dualidad gobernante pone diversos mecanismos en marcha.
El primero de ellos es el sistema educativo, donde desde las edades más tempranas se encargan, de manera muy efectiva, de ir aniquilando cualquier esperanza de formar un espíritu crítico y reflexivo capaz de sacar sus propias conclusiones acerca de la realidad que les rodea, de esta manera se prepara el terreno para el posterior adoctrinamiento que tiene como base la creencia de que todo lo que el Estado dispone ha de ser por fuerza lo que más nos conviene. A esto se le suma una educación basada en la competitividad y los méritos individuales cuya única finalidad es conseguir un puesto de trabajo que nos permita ganar el dinero necesario para llevar una vida feliz según los cánones oficiales.
Otro de los mecanismos de los que dispone el poder son los medios de comunicación, teniendo un papel fundamental la televisión. Son estos medios los que proporcionan de manera inmediata y repetitiva las imágenes de lo que debe ser la aspiración de todo ciudadano. Constantemente, nos muestran a personas que son el modelo a seguir por todos porque una de las claves de la felicidad tal y como la entienden los poderosos es el éxito, sobre todo el profesional, ya que este éxito garantiza el poder adquisitivo necesario para alcanzar el ideal de felicidad. Por supuesto, los modelos que presentan se corresponden con personas que no han necesitado desarrollar su intelecto ni sus capacidades emocionales para llegar a lo más alto, sólo hay que ver que hoy en día los deportistas de élite, los personajes televisivos y demás gentes relacionadas con el mundo del ocio son el ideal que debemos aspirar a alcanzar el común de los mortales, es decir, ocupaciones que no aportan nada al desarrollo del ser humano ni de la sociedad. Obviamente, no hay lugar dentro de ese modelo para personas que dedican su vida a trabajar por un mundo mejor porque eso puede estar bien como mera anécdota en el currículum vital de una persona pero no como ocupación principal.
Para remarcar todos estos aspectos, el Poder dispone de una tercera vía de adiestramiento que sirve al mismo tiempo como referente de una vida feliz y como escaparate de todo aquello que como buenos ciudadanos debemos aspirar a poseer. Esta vía es la industria del ocio.
Día tras día, esta enorme maquinaria nos enseña a través de sus pantallas, sus altavoces, sus viajes organizados y el resto de sus innumerables posibilidades cómo debería ser la vida de una persona feliz. Aquí es donde se pone la guinda al pastel para acabar de convencernos (si es que no lo estamos ya) de que somos seres afortunados que tenemos a nuestro alcance un sinfín de productos y servicios de los que podemos disfrutar para alcanzar una vida perfectamente feliz.
Así con todos estos mecanismos funcionando a pleno rendimiento, las personas acabamos cayendo en su juego y dejando de lado cualquier aspiración personal para sucumbir a las ideas dominantes. Con ello, aceptamos plenamente la idea de que nuestra finalidad debe ser procurarnos la felicidad, por supuesto la felicidad que las Instituciones dominantes han diseñado para nosotros y que no es más que la acumulación de pertenencias que poco o nada aportan a nuestro desarrollo integral como seres humanos.
De esta manera, encontramos que alguien se define como feliz cuando posee todo aquello que su rango ocupacional (es decir, según el trabajo que desarrolle y el sueldo que percibe por ello) le permite e incluso un poco más gracias a la generosidad de los bancos que le conceden créditos por encima de sus posibilidades para poder mejorar esos bienes tan preciados que le hacen tan feliz. Al final todo queda reducido a una mera cuestión de consumo: para ser feliz hay que tener el mejor coche (o coches porque con uno sólo no es suficiente) la mejor casa, los mejores electrodomésticos, cuantas más televisiones mejor, por lo menos unas vacaciones al año (cuanto más lejos sean del hogar mejor para el nivel de felicidad), el mejor colegio para la descendencia (lo de mejor colegio suele medirse en función del dinero que cuesta la escolarización) y muchísimas más cosas que todos y todas seguro tenemos en mente ahora mismo.
Este es el tipo de carrera desenfrenada en la que nos vemos embarcados si queremos ser felices tal y como debe ser. Por supuesto, estamos tan absortos por el pensamiento dominante que nos deslizamos por la vida en pos de esta felicidad carente de contenido y de esfuerzo que sólo requiere de nosotros que trabajemos religiosamente durante toda nuestra vida.
Este concepto de felicidad se ha visto enormemente reforzado desde que se instauró el llamado “Estado del Bienestar” puesto que a partir de ahí, al tener “cubiertas” las necesidades sanitarias, educativas y sociales, las personas sólo tuvieron que preocuparse por alcanzar el ideal expuesto.
Estas ideas inculcadas por el Poder tienen unos beneficios monstruosos para aquellos que lo ostentan. Por un lado, garantizan el constante consumo que está en la base del funcionamiento del sistema capitalista y que reporta los beneficios económicos de los que se alimentan las grandes corporaciones. Por otro lado, asegura una constante masa de personas dispuestas a trabajar bajo las condiciones que sean con tal de poder tener acceso a los productos que garantizan la felicidad. También se consigue mantener a la mayoría de la población en un estado de empobrecimiento intelectual y espiritual que sirve para que este mismo Poder no pueda verse amenazado. En definitiva, es un negocio redondo para los que están en posiciones privilegiadas que se lucran y se afianzan a cada día que pasa bajo este modelo de felicidad indolora que nos han impuesto.
Frente a todo esto, y en nuestra opinión, debe ponerse sobre la mesa que este concepto de felicidad está vacío y de nada sirve, puesto que no es posible la felicidad basada en lo material. No es posible porque esta felicidad necesita, para poder sustentarse, que dos tercios de la población mundial estén al borde de la muerte, no es posible porque mientras los seres humanos no entendamos que todos formamos parte de la misma historia jamás seremos plenamente felices, no es posible porque no se puede vivir bajo la amenaza constante del exterminio, no es posible porque vamos de cabeza a la destrucción del planeta que nos sustenta, no es posible porque no es un modelo válido para las próximas generaciones, no es posible porque excluye cualquier referencia a todo lo que no sea individualista y, por tanto, contrario al bien común.¿Somos felices sabiendo que a nuestro alrededor mil millones de personas mueren de hambre a causa de nuestra insaciable hambre de “felicidad”? ¿Somos felices sabiendo que no habrá un planeta en el que puedan vivir las próximas generaciones? ¿Somos felices sabiendo que millones de inocentes mueren a causa de las guerras organizadas exclusivamente para asegurar los recursos que permiten esta “felicidad”? Sinceramente, creo que no. Me niego a pensar que tener el último modelo de teléfono, cambiar de coche con regularidad o hacer un crucero por el Mediterráneo compensen estas realidades de muerte y destrucción de las que se sirven.
23 comentarios:
Resultan fundamentales los valores sobre los que se fundamenta la sociedad. Esos valores son cada vez mas mercantilistas.
Como seres sociales que somos, la influencia de esos principios marcan nuestras motivaciones.
Podemos encontrar a escala global una referencia objetiva al margen de consideraciones sociales o culturales.
En un sistema cerrado la evolución hacia el TENER es inviable y lleva inevitablemente al colapso. La vida en el planeta es una evolución cualitativa.
Usa sociedad global solo puede evolucionar hacia el SER.
La Ilustración dieciochesca consagró la felicidad como bien al que debía aspirar la ciudadanía, y ello tuvo su reflejo en las primeras Constituciones liberales aprobadas a raíz de las primeras revoluciones burguesas triunfantes.
EEUU, ya en su Constitución original, marcaba como bien jurídico la consecución por parte de los ciudadanos de ese sentimiento o esa sensación. Esto se elevaba, por tanto, a categoría de derecho.
Se acusaba mucho entonces la influencia del utilitarismo de Bentham. La nueva clase dominante antifeudal y, en gran medida, anticlerical, sobre todo en Europa, necesitaba esta armadura superestructural para justificar su acumulación material y la explotación que ésta requería.
Más tarde, con las revoluciones industriales, el auge progresivo de la publicidad comercial fue fomentando el consumo por el consumo y se esforzó en implantar en la mentalidad de las masas la idea de que se es más feliz a medida que compramos y desechamos más, para volver a adquirir productos de repuesto en los mercados.
Lenin percibió en su tiempo esta realidad y las palabras que dedicó a este fenómeno entonces no han perdido su esencia en la época actual.
El socialismo no concibe la felicidad propia cuando ésta está rodeada de desigualdades y miserias ajenas, inherentes a las sociedades de clases en que las contradicciones en los niveles de vida son especialmente significativas.
Soy de los que piensan que la mejor alternativa al consumismo (con su falsedad implícita de que nunca podemos satisfacer todas nuestras verdaderas necesidades) es el conocimiento, es la cultura, es el amor como motor de la ayuda mutua y la supervivencia. De este modo, mejora cada vez más la calidad de las relaciones interindividuales e intergrupales.
En definitiva: en la medida en que se incrementan las cotas de justicia social, se reduce la distensión en el seno de nuestra especie.
No voy a entrar en la noción de felicidad de algunos sistemas religiosos o cuasirreligiosos. Por eso en mi comentario me he ceñido al enfoque materialista de la cuestión.
Espléndido artículo, Raúl. Ya ves cuánto da de sí, compañero.
Recibe mis saludos más cordiales.
Hola Camino a Gaia, coincido contigo en que la evolución de las personas debe ir relacionada con el SER, con el trabajo en nuestras capacidades y emociones y en nuestro intelecto. Creo que esto se proyecta después hcia los demás de manera natural.
Un saludo.
Hola Rafael, me ha interesado mucho tu pequeña introducción histórico sobre la implementación del concepto de felicidad como objetivo último de las personas. Al igual que tu dices creo en el amor como motor de ayuda mutua y comparto la noción de que es imposible que exista la felicidad habiendo tanta injusticia en el mundo.
Gracias por la visita y un saludo.
No le puedo poner ni un acento a tu estupendo texto con el que me identifico absolutamente. A mi juicio, en pocas líneas has definido los logros de nuestra sociedad y el "costo" por utilizar un lenguaje mercantilista que tenemos que paga a cambio.
Luchar individualmente contra todo un sistema es tarea de titanes y la realidad es que quitando momentos, verdaderamente escasos, de lucidez, terminas por ser absorvido por la destructora maquinaria. Por supuesto que no todos. Algunos, tu lo muestras, tenéis esa capacidad de análisis y por tanto de confrontación con el sistema prevalente.
A pesar del pesimismo, es cierto que la única salida es debatir sobre la falsedad de ese modelo de felicidad y luchar por otro estilo de vida más solidario. Tienes razón que para que algunos tengamos acceso al último modelo de iPhone, porque el anterior de hace un mes ya lo consideramos obsoleto, hay más de 44 millones de personas pasando hambre. Las cifras son aterradoras.
Enhorabuena por tu entrada. La he twiteado para que más gente pueda leerla.
Un beso
Hola Ciber, es cierto que la lucha es una tarea inconmensurable pero seguramente es lo que nos permite mantener esa lucidez de la que hablas. Todos tenemos momentos en los que nos sentimos devorados en el sistema porque es ahí donde vivimos pero no debemos dejar que nos aniquile y nos convierta en títeres.
Cada uno pone su granito de arena de lamanera que estima oportuna, yo lo hago al igual que lo haces tú.
Un saludo y gracias por la visita y la difusión del texto.
Pienso que muy poco a poco es nuestra tarea ir descubriendo los ojos de los más pequeños para que con el tiempo ellos sigan la misma tarea con los que vengan detras... no es esta cosa que podamos cambiar de un año a otro, pero si, como en todo, el tiempo y la constancia haran que cada persona se encargue de saber que es lo que realmente le hace feliz... a mi entender la única felicidad es la que nos trae la libertad, la de que cada uno haga lo que le llene de veras y de veras sienta desde dentro... pienso, aun no estamos preparados para ello, por mucho que creamos que ya llegamos al final de nuestra evolución... curiosamente, leyendo en libros de historia los actos que acontecieron tiempos pasados, fuera de tanto avance material y tecnológico, vemos, las acciones del ser humano no han avanzado tanto, diría los avances son casi imperceptibles,pero mi optimismo me hace ver que aun siendo mínimos, son y están... espero el aburrimiento y la desilusión no hagan que ninguno avandonemos nuestro papel en esta historia.
Un abraç Raul, ja xarrem!!
Muy interesante el tema del post y también los comentarios que ha ido suscitando. Me parece que el acuerdo sobre que este modelo de felicidad no es correcto es algo que la amyoría de la gente suscribiría. Si, por ejemplo, se sometiese a referendum esta cuestión: ¿Qué modelo de felicidad cree que es el correcto, uno basado en el consumo u otro basado en la cultura, la solidaridad, etc? Creo que mayoritariamente triunfaría la segunda opción. Tengo incluso la convicción de que los grandes banqueros piensan casi todos como nosotros en este punto. Pero, entonces, ¿por qué la opción que se termina imponiendo siempre y sin excepción es la primera, cuando es una opción que, preguntados uno por uno, casi nadie desearía?
Ésta me parece que es la pregunta imprescindible que hay que responder para tratar de averiguar qué ocurre y, de paso, buscar posiblers soluciones.
Saludos.
Hola Kata, me parece muy acertado la unión que haces entre los conceptos de felicidad y libertad, es por eso que no creo que a día de hoy haya mucha gente feliz puesto que la plena libertad es algo que desgraciadamente escasea en nuestro mundo.
Un saludo.
Mos vem promptet.
Hola Dizdira, me parece una cuestión muy interesante la que planteas. Yo por mi parte creo que se debe al adoctrinamiento que sufrimos y que nos convierte en seres egoístas y acomodaticios con un miedo terrible a todo lo que suponga un esfuerzo personal.
Espero que la gente se anime a hacer sus aportaciones con respecto a tu pregunta y podamos al menos acercarnos a los motivos que nos inducen a este tipo de felicidad.
Como siempre tus visitas enriquecen las cuestiones que aquí se plantean. Muchas gracias.
Un saludo.
Se me olvidó decirte que no sólo hay que relacionar el concepto de felicidad con el de justicia social. También hay que preguntarse hasta qué punto la libertad individual e individualista se relaciona con los dos conceptos antedichos.
¿Qué entiende, en definitiva, un socialista por "libertad"?
Ahí queda eso.
Saludos de nuevo, Raúl.
Hola Rafael, yo creo que la libertad individual es un factor importantísimo en el desarrollo humano, sin embargo, no creo que deba estar reñida para nada con la noción de justicia social porque a mi entender la libertad (la verdadera libertad individual) iguala a las personas en lo social y por tanto es un requisito indispensable para que exista la justicia social.
No sé si has leído la cuestión que planteaba Dizdira en su comentario pero me interesa saber tu opinión, y la de todos los que la quieran dar, al respecto.
Un saludo.
Quería yo decir libertad en el sentido liberal burgués, no te despistes.
En cuanto a lo de Dizdira, mi respuesta es la siguiente.
España, que es el país que mejor conozco, especialmente mi nación andaluza, tiene muchos complejos. En ocasiones la gente quiere decir lo que suena mejor, aunque en la práctica no sea consecuente.
La primera confusión es entre consumo y consumismo. El segundo es el primero entendido como un fin en sí mismo. Pero puede que la alienación no permita hacer esas matizaciones. El deseo individual de tener más y más choca contra la preocupación por los demás y contra el espíritu cooperativo.
Pienso que prevalece la idea de felicidad asociada a consumir, porque la inconsciencia tiende a hacer creer que se puede alcanzar la riqueza sin generar pobreza. En el capitalismo, quiero decir. Todo el mundo quisiera ser, y hasta se siente, de clase media. Mas esto es inviable ecológica y humanamente. Y en cualquier caso, pocas personas saben que la verdadera lucha de clases se da entre explotadores y explotados. No hay otra clase "en medio".
Añado a lo dicho que, como vivimos en un espacio y un tiempo donde casi todo ha devenido mercancía, las propias nociones de "cultura" y de "solidaridad" se han visto devoradas por intereses, negocios y lucro. Al menos, en una medida considerable.
Recuperar la pureza originaria de nobles ideales necesita condiciones objetivas lo suficientemente fuertes como para impulsar una revolución mental colectiva.
Me temo, Raúl, que aunque Dizdira o tú nos invitéis a la reflexión, todavía y, por desgracia, el fútbol eclipsa los debates que merecen la pena y es una minoría quien se molesta en replantearse cuestiones vitales para sostener el mundo.
Somos lo más parecido que hay a voces que gritan en el desierto. Lo siento por todos/as nosotros/as.
Fin de mi aportación. Que hablen otrxs, que yo escucho.
Gracias Rafael por gritar en el desierto. La mayor parte del tiempo tengo una sensación parecida de ahí el nombre del blog, sin embargo, durante estos últimos meses me he dado cuenta de que en el desierto somos muchas personas y cada vez más.
Me parece interesante lo que has comentado de recupera el sentido original de valores como cultura y solidaridad pero yo me pregunto ¿es posible recuperarlos o están tan contaminados que tal vez habría que definir nuevos conceptos o valores que pudieran servir para una reorganización de las personas?
Me inclino por lo segundo. No sólo habría que cambiar significantes, sino también significados. El fin perseguido es bueno, buenas son las intenciones. Eso sí, la lucha es siempre dura y hay demasiados obstáculos en el camino.
La izquierda ha de ir imponiendo un discurso con cada vez más adeptos que se contraponga al pensamiento dominante hoy por hoy. Nosotrxs somos más, pero lxs otrxs son muy buenos encantadores de serpientes.
Tenemos que ser más convincentes en las formas y en el fondo. De lo contrario, no será posible escapar de esta inmensa mentira que es el mundo con el que hemos topado y al que criticamos constructivamente.
Cordiales saludos, Raúl.
Una buena lección que nos han venido a dejar el liberalismo y su aplicación -aunque bien que esto podría aprenderse de otros modos- es: tiende a existir una tensión entre lo que como individuos queremos y lo que como comunidad necesitamos. Pero no por esta razón –claro está- habría que pugnar por una abolición del individuo; pugnar –sí- por la abolición de la reificación que se ha hecho de éste. El liberalismo como filosofía situó al hombre en el centro, el liberalismo económico –quizá sin proponérselo- hizo de él el hombre-masa.
Quizá valga la pena detenernos un poco a pensar en nuestro querer antes de asirlo; valga la pena por el bienestar propio y por el bienestar de los demás. Creo que ése tendría que ser el único freno. Por lo demás, no deseo ver a nuestra voluntad enflaquecida ni a humanos reprimiendo sus deseos.
Creo que tu post nos gustó a varios.
Saludos a ti y a los demás.
Hola Rafael, yo también me inclino por la segunda opción y estoy de acuerdo en que hemos de aumentar nuestra capacidad de convicción frente a los defensores del sistema (que son muy poderosos).
Hola Eleutheria:
Por supusto que no hay que suprimir al individuo, más bien hay que devolverlo a su condición de ser único e individual entre pares, es decir, hay que retomar el sentido de colectividad que tan astutamente este sistema ha sabido eliminar de nuestro sistema de valores.
Gracias por la visita y tu aportación al debate.
Raúl. Tu análisis, somero pero preciso y exacto, sólo puede ser negado por quien no quiera ver. Pero incluso los que vean se sentirán identificados y reproducirán las pautas que señalas. La cuestión es si una crítica no sólo verbal sino de conducta a esa manera de vivir puede ser concluyente si nos limitamos a una voluntariedad. Y la voluntariedad no va a ser compartida más por minorías que nunca llegarán más que a su propia racionalidad y consecuencia.
No me veas negativo, o sí, pero es que llevo toda la vida atacando el tema y no veo manera de que la población quiera ir tras otros pasos.
En fin, que el tema es para largo.
Me agrada tu enfoque, el que haya gente como tú que lo plantee y mantenga viva una antorcha me da esperanza. Pero disculpa que me sienta agrio con los coetáneos y en concreto con mis paisanos.
Un abrazo.
hola Fackel, comprendo tu negatividad en este tema y seguramente en muchos otros pero tengo que decirte que esa esperanza que mantienes es la que hace posible que cada vez esas minorías de las que hablas vayan siendo menos minoritarias.
Es cierto que a día de hoy esto es algo voluntario como bien dices pero a nadie se le escapa que tarde o temprano se deberá cambiar el modelo de vida que rige actualmente y es para ese momento para el que hay que estar preparado.
Un saludo y gracias por tu aportación.
Hola Raúl...veo en ti, reflejados muchos intereses y críticas que en lo personal hago al sistema.
Solo que tu serie de preguntas que haces al final ...he entendido que en la realidad tienen dos respuestas posibles (y mas si nos ponemos exigentes)...La primera es la de, digamos..."la mayoría", porque somos la mayoría de oprimidos y sometidos a las leyes del mercado y del Estado, la segunda es la de los oligarcas y explotadores...pra ellos, sin duda, la respuesta es...¿porque no?, aunque lo disfracen de preocupación por el medio ambiente y la sociedad, despues de todo, ese es su papel y su juego...asi tienen que contestar para no mostrarse tal cuales son, pues se les caería su teatrito...y la tercera (repito, puede haber mas) sería la de los "aspirantes", es decir, aquellos que aspiran a ser dominadores y "ganadores" y que justifican a el Sistema porque creen que podrán cambiarlo o creen que porque ellos tienen una oportunidad de salir adelante en este sistema, el sistema es justo, osea, solo es cuestión de "hecharle ganas"...
Estoy contigo en cuanto a que la realidad es una y que no hay vuelta de hoja...PERO LAS PERCEPCIONES SON MUCHAS y esto mas que nada tiene que ver con la conciencia...si, con la CONCIENCIA DE CLASE...
Tristemente somos ellos o nosotros...
Un saludo y me llevo tu entrada...
Hola Koan, gracias por pasarte y me alegro de que coincidamos en este tema por para mí romper con el engaño que supone este modelo de falsa felicidad es algo fundamental para que la gente empecemos a tomar conciencia del mundo en el que vivimos. Coincido plenamente en que si seguimos por aquí son ellos o nosotros y sé que al final seremos nosotros.
Un saludo y gracias por difundir el post en tu blog.
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