Ante la inminencia del inicio del nuevo curso escolar, los medios de comunicación han iniciado su bombardeo anual sobre la vuelta al cole. Docenas de reportajes sobre el coste que les supone a los esforzados padres el retorno escolar y lo especialmente doloroso que va a ser este año con la crisis económica que todo lo envuelve. Después llegarán las consabidas noticias con imágenes de niños llorando ante su primer día escolar o, por el contrario, las inocentes sonrisas de aquellos que están encantados de reencontrarse con sus amigos.
Sin embargo, comienza el curso y no parece que nadie hable de la importancia de la educación y de lo poco valorado que está este ámbito en España. Periódicamente, nos alertamos ante la publicación de los resultados de estudios a nivel europeo que dejan a la educación española a la altura del betún y en los que se evidencia que el único liderazgo que ostentamos en materia educativa es el del abandono y fracaso escolar.
Vaya por delante que, obviamente, lo referido en este post es una generalización y ya se sabe que generalizar no es bueno, pero en este caso creo que se acerca bastante a la realidad del asunto.
En la sociedad de consumo, la educación ha pasado a ser un concepto referido al paso de los niños por la escuela, como si sólo en esa época y en ese lugar fuera donde una persona debe educarse. Cuando se habla de educación parece que nos olvidamos de la familia, los amigos, los vecinos, los medios de comunicación,... Todo se centra en el bajo rendimiento académico de los niños en la escuela. Sigamos la corriente y centrémonos en eso.
Todavía nos sorprende lo que consideramos una mala calidad del sistema educativo e incluso, nos llega a irritar que nos consideren de los más “burros” de Europa. Sin embargo, en la dinámica capitalista en la que nos encontramos los resultados obtenidos son los esperados. En la sociedad actual no se necesitan pensadores críticos ni pensadores socialmente concienciados, sino que lo que interesa son los cerebros sumisos y las personalidades egocéntricas que encajan perfectamente en el engranaje social en el que vivimos. El resultado óptimo para una sociedad de consumo es una inmensa mayoría de jóvenes apenas formados que pasarán a ser la fuerza de producción cuando sea necesario pudiendo contribuir así al desarrollo del capitalismo (y cuando no lo sea como ahora, pasarán a ser un número más en las listas de desempleo y formaran parte de los excluidos por el sistema); otro gran grupo aunque menos numerosos que el anterior deberán integrarlo jóvenes con una formación técnica que les permita alcanzar un nivel óptimo de remuneración para poder integrarse de pleno derecho en la sociedad (acceder a préstamos e hipotecas para seguir engrasando la maquinaria capitalista) y, finalmente, un pequeño grupo de elegidos que formaran parte de la élite social. Esto es lo que el sistema actual requiere y, por tanto, es lo que obtiene.
Nuestra clase política se encarga año tras año de apuntalar este sistema mediante diferentes tácticas. Por un lado, los recursos económicos y humanos destinados a la educación pública disminuyen sin ningún rubor a cada curso que pasa fomentando el empobrecimiento de instalaciones y la desmoralización de los educadores. Por otro lado, el constante ir y venir de las leyes educativas (aunque sin lugar a dudas, todas ellas se encaminan a la consecución de los objetivos arriba comentados) en función de quien domine el arco parlamentario colabora a un total estancamiento del sistema educativo, ¿cómo emprender iniciativas a largo plazo si cada pocos años cambia el marco legislativo? Otro factor importante es la dedicación exclusiva que el capitalismo exige a los padres hacia su trabajo, así es muy difícil tener tiempo y fuerzas para dedicarse a sus hijos. En cambio, es mucho más fácil pasar la responsabilidad a otros manteniéndolos ocupados con actividades extraescolares (si el bolsillo lo permite) o dejarles vía libre para que hagan lo que quieran con su tiempo.
A este cóctel debemos añadir el toque que aportan los medios de comunicación con los modelos de éxito que presentan a la juventud (por supuesto, ninguno de ellos basado en una buena educación y unos valores solidarios). Con todo esto tenemos servido el resultado final.
Por desgracia, todo este sistema de educación no es más que otro peldaño en la ascensión hacia la destrucción de una sociedad del bienestar. Se deteriora la educación tanto como el resto de servicios públicos (sanidad, justicia,...) para poder llegar a la panacea capitalista: el que quiera algo que lo pague y si no puede que se joda.
Imprimir
Sin embargo, comienza el curso y no parece que nadie hable de la importancia de la educación y de lo poco valorado que está este ámbito en España. Periódicamente, nos alertamos ante la publicación de los resultados de estudios a nivel europeo que dejan a la educación española a la altura del betún y en los que se evidencia que el único liderazgo que ostentamos en materia educativa es el del abandono y fracaso escolar.
Vaya por delante que, obviamente, lo referido en este post es una generalización y ya se sabe que generalizar no es bueno, pero en este caso creo que se acerca bastante a la realidad del asunto.
En la sociedad de consumo, la educación ha pasado a ser un concepto referido al paso de los niños por la escuela, como si sólo en esa época y en ese lugar fuera donde una persona debe educarse. Cuando se habla de educación parece que nos olvidamos de la familia, los amigos, los vecinos, los medios de comunicación,... Todo se centra en el bajo rendimiento académico de los niños en la escuela. Sigamos la corriente y centrémonos en eso.
Todavía nos sorprende lo que consideramos una mala calidad del sistema educativo e incluso, nos llega a irritar que nos consideren de los más “burros” de Europa. Sin embargo, en la dinámica capitalista en la que nos encontramos los resultados obtenidos son los esperados. En la sociedad actual no se necesitan pensadores críticos ni pensadores socialmente concienciados, sino que lo que interesa son los cerebros sumisos y las personalidades egocéntricas que encajan perfectamente en el engranaje social en el que vivimos. El resultado óptimo para una sociedad de consumo es una inmensa mayoría de jóvenes apenas formados que pasarán a ser la fuerza de producción cuando sea necesario pudiendo contribuir así al desarrollo del capitalismo (y cuando no lo sea como ahora, pasarán a ser un número más en las listas de desempleo y formaran parte de los excluidos por el sistema); otro gran grupo aunque menos numerosos que el anterior deberán integrarlo jóvenes con una formación técnica que les permita alcanzar un nivel óptimo de remuneración para poder integrarse de pleno derecho en la sociedad (acceder a préstamos e hipotecas para seguir engrasando la maquinaria capitalista) y, finalmente, un pequeño grupo de elegidos que formaran parte de la élite social. Esto es lo que el sistema actual requiere y, por tanto, es lo que obtiene.
Nuestra clase política se encarga año tras año de apuntalar este sistema mediante diferentes tácticas. Por un lado, los recursos económicos y humanos destinados a la educación pública disminuyen sin ningún rubor a cada curso que pasa fomentando el empobrecimiento de instalaciones y la desmoralización de los educadores. Por otro lado, el constante ir y venir de las leyes educativas (aunque sin lugar a dudas, todas ellas se encaminan a la consecución de los objetivos arriba comentados) en función de quien domine el arco parlamentario colabora a un total estancamiento del sistema educativo, ¿cómo emprender iniciativas a largo plazo si cada pocos años cambia el marco legislativo? Otro factor importante es la dedicación exclusiva que el capitalismo exige a los padres hacia su trabajo, así es muy difícil tener tiempo y fuerzas para dedicarse a sus hijos. En cambio, es mucho más fácil pasar la responsabilidad a otros manteniéndolos ocupados con actividades extraescolares (si el bolsillo lo permite) o dejarles vía libre para que hagan lo que quieran con su tiempo.
A este cóctel debemos añadir el toque que aportan los medios de comunicación con los modelos de éxito que presentan a la juventud (por supuesto, ninguno de ellos basado en una buena educación y unos valores solidarios). Con todo esto tenemos servido el resultado final.
Por desgracia, todo este sistema de educación no es más que otro peldaño en la ascensión hacia la destrucción de una sociedad del bienestar. Se deteriora la educación tanto como el resto de servicios públicos (sanidad, justicia,...) para poder llegar a la panacea capitalista: el que quiera algo que lo pague y si no puede que se joda.
1 comentario:
Tu acertado párrafo final resume con claridad en la situación que nos hallamos. El que quiera algo que lo pague y como la mayoría no podemos hacerlo... pues eso... a joderse.
Besos mañaneros
Publicar un comentario