martes, 12 de mayo de 2020

INTROSPECCIONES DESDE EL LETARGO


¿Sabemos escuchar nuestros sueños? Y en caso afirmativo, ¿somos capaces de vivir en consecuencia? Y lo más importante, ¿sabemos comprender lo hecho hasta la fecha e interpretarlo? 

Son cuestiones que, a priori, parecen alejadas de nuestro funcionamiento diario.  De esa rutina mecánica de la que no escapan ni esos supuestos momentos de ocio (opuestos al trabajo)  en que navegamos día tras día. Las necesidades que intentamos satisfacer a diario consumen nuestras energías. Sin embargo, necesitamos recuperar estos interrogantes, necesitamos ser honestos en sus respuestas porque si fuéramos capaces de todo esto, probablemente, estaríamos muy cerca del autogobierno personal y empezaríamos a estar listos, por tanto, para no ser gobernados por otros. No es tarea grata ni breve, pero es imprescindible. Debemos comprender que no somos burbujas aisladas del mundo que nos envuelve y condiciona pero la introspección y la honestidad son lujos de los que no podemos prescindir.
Sin duda, eso sería un paso de gigante hacia nuestra rehabilitación como especie, algo que hasta la fecha parece un imposible, una utopía sólo imaginable para unos pocos que nunca se resignaron a la degradación a la que nos ha conducido el abandono del conocimiento y su capacidad creadora y su suplantación por parte de la tecnología y su capacidad reproductora, replicando eternamente una visión distorsionada del mundo.
El endiosamiento de la tecnología ha supuesto una modificación absoluta de la dirección (amén de otros efectos perversos) del pensamiento humano. El conocimiento nos animaba a mejorar como personas, a posicionarnos de forma coherente en el mundo que habitábamos. En cambio, la tecnología nos ha hecho creer que somos seres omnipotentes, por tanto, ya no necesitamos mejorar al ser humano. Ahora, simplemente, necesitamos ir aplicando la solución tecnológica adecuada a cada circunstancia. Esto da a entender que el actual orden de cosas es absolutamente maravilloso y que lo siga siendo sólo depende de tomar las decisiones acertadas tanto a nivel individual como colectivo. Ahora lo que importa es mejorar la vida según los estándares vigentes (no se sabe la de quien) independientemente de la calidad humana de esos sujetos vivientes. Ahora, más que nunca, la tecnología se ha puesto en primera línea de combate como elemento redentor de la humanidad. Si seguimos esa vía, lo pagaremos caro.
Este cambio de dirección en el pensamiento ha supuesto de facto la muerte del pensamiento, al menos de ese pensamiento crítico tan necesario para poder formularnos las cuestiones de las que parte este escrito y sus posibles respuestas. De esta forma es como todos estos interrogantes se han ido convirtiendo en abstracciones cada vez más alejadas de nuestra realidad hasta prácticamente desaparecer de nuestro horizonte intelectual y transformar sus significados en nuestro vocabulario habitual. Y como siempre sucede, lo que no se nombra no se piensa y lo que no se piensa, no existe. La necesidad del pensamiento crítico también se observa en lo imperioso de cuestionar (contrastar con otras personas) también ese conocimiento al que podemos acceder y que nos hace evolucionar/mejorar como humanos. Esto es imprescindible ante la ingente cantidad de ruido (que tratan de colar como conocimiento e información) lanzado sobre nosotros y la velocidad a la que es posible asimilar y responder todo esto. Nos han creado la ilusión de tener al alcance de la mano todo el conocimiento en el mundo.
Estamos en un momento aletargado de nuestra vida, para bien o para mal, debemos aprovecharlo. Cuando te detienes, puedes observar y reflexionar sobre ello. Sobre todo, puedes observarte y hasta tener el valor de admitir que no te reconoces en tu forma de vivir. Puedes conversar, pensar, planear, soñar, escuchar, comprender,  tomar decisiones, amar…  vivir. Todo acciones consideradas peligrosas para el buen funcionamiento social y por ello, imprescindibles ahora mismo.
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