Se nos dice repetidamente que hoy en día vivimos en
una sociedad donde la información está al alcance de la mano, tenemos millones
de datos disponibles, de historias, de noticias, informes… al alcance de un
solo clic, cualquiera diría que estamos en condiciones de conocerlo todo. Sin
embargo, al ver cómo actuamos como sociedad parece imposible de creer. Parece
que no sepamos nada, o lo que es peor, que no queramos saber. Sinceramente,
prefiero pensar que es lo primero y que se produce un efecto de saturación
debido al exceso de información que hace que no seamos capaces de asimilar
nada.
Aunque no es menos cierto, que resulta tan fácil
dejarse llevar y tomar el papel de espectador que contempla todo lo que sucede
a su alrededor como si no fuera con él. Desde luego, hay que admitir que es
mucho más cómodo y fácil eso que ser consciente de la realidad, porque la
consciencia te empuja hacia la necesidad de tomar parte y tratar de hacer algo
contra aquello que te resulta inaceptable.
Desde luego, esta forma de actuar no es casual. La
banalización de la injusticia, la pobreza, la guerra, la miseria y tantas otras
calamidades que nos ofrecen a través de los medios de información (en el
formato que sea) ayuda a no sentirse directamente interpelado; de hecho en
muchos casos ayuda a sentirse afortunado de no ser el protagonista de la
historia. Justo aquí radica una cuestión que me parece muy importante: ese no
sentirse implicado es absolutamente falso ya que tanto por acción como por omisión
cada uno de nuestros actos tiene sus consecuencias en la perpetuación o no del
sistema. Tengo claro que es prácticamente imposible vivir dentro de esta
sociedad y no cometer a diario actos que agrandan la miseria que nos han
impuesto, pero la consciencia de ello nos ayuda a encontrar nuevas formas de
funcionar, consumir, relacionarnos y sentir que deben situarse en la base de
una nueva sociedad.
Como decía, el pretender mantenerse ajeno a todo lo
que sucede no es un comportamiento casual. Además del papel de los medios de
información, y como es habitual, todos los mecanismos de los que dispone el
poder se ponen en funcionamiento. Así cumplen su función el sistema educativo,
el judicial, el policial, el político-sindical y por supuesto el religioso con su
proverbial resignación. Es un trabajo constante el que realizan con nosotros
durante toda nuestra vida.
Personalmente, creo que el ser humano es empático y
solidario por naturaleza así que no es nada despreciable el efecto que toda
esta maquinaria de deshumanización despliega para obtener a personas totalmente
ajenas al sufrimiento humano (a veces creo que incluso del propio). Este
trabajo incide en varios aspectos que me parecen cruciales:
Desconexión de las personas entre sí. Es decir, se
potencia la creencia de que cada uno debe preocuparse por sí mismo y que nadie va
a ayudarle en un mundo donde lo importante es lo alto que puedas llegar y no
cómo lo hagas. El individualismo egoísta es el valor supremo de una sociedad
donde sólo el “progreso” y el “crecimiento” importa, da igual si para ello
debamos asesinar de hambre a medio mundo o si debemos esquilmar el planeta
hasta que ya no tengamos modo de sustentarnos (cuando hablamos de que el mundo
se acaba debemos tener claro que en realidad lo que terminará será la especie
humana, el planeta seguirá en pie como lo está desde hace millones de años).
Desconexión de la persona consigo misma, fortaleciendo
el culto a lo externo, a lo que se ve y relegando el mundo interior al carácter
de menudencia que es mejor no desarrollar por ser poco más que una pérdida de
tiempo. Vivimos en la sociedad del espectáculo y por tanto el envoltorio lo es
todo. La apariencia es fundamental en un mundo donde es imprescindible llevar
constantemente una máscara para cada papel que representamos.
Fomentando la irresponsabilidad, haciendo sentir a la
gente que nada de lo que le sucede y pasa a su alrededor depende de ella.
Afianzando la creencia de que deben ser los elegidos (elegidos por el sistema)
los encargados de dirigir nuestras vidas y el papel de la gente queda reducido
a la aceptación. Así se establece el delegacionismo como método básico de
funcionamiento social y como método de absoluto control social. Así tan sólo
queda en nuestras manos aquello que queremos aparentar ser, es decir podemos
elegir la máscara que queremos llevar.
Estableciendo la inmediatez como unidad temporal
deseable. Acelerando el ritmo de la vida y encumbrando la medida del tiempo (el
tiempo es oro, o al menos eso se nos hace creer) impidiendo la introspección y
la reflexión de, sobre todo, aquello que tiene que ver con nosotros.
La coronación del dinero como valor absoluto y de la
sociedad del trabajo como único medio para acceder a él, nos convierte en
máquinas dedicadas en exclusividad a la consecución de los objetivos que la
sociedad nos marca. Estas condiciones que nos imponen para sobrevivir obligan a
centralizar la vida en la cuestión laboral, impidiendo cualquier consideración
de importancia que no tenga que ver con esto. Lo que crea una cultura de lo
inmediato en la que no tiene cabida el esfuerzo desinteresado ni la implicación
personal en lo común.
Todo esto nos
conduce a adoptar esa actitud acrítica que permite al sistema funcionar como un
engranaje perfecto, acumulando poder y recursos en unos pocos elegidos y
condenando al resto a una vida muy alejada de lo que podría ser teniendo en
cuenta el potencial creativo de los seres humanos.
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8 comentarios:
Enhorabuena por tus articulos, gracias por escribir lo que otros tambien pensamos y ver que no estamos solos, viviendo nuestras vidas en constante dicotomia.
Salu2.
No se puede expresar mejor. Gracias
No se puede expresar mejor. Gracias.
Gracias a vosotros por pasaros y expresaros. Precisamente, escribir sobre todo esto forma parte de hacerme consciente y me permite ir superando mis propias contradicciones.
Siento desilusionaros aún más,pero va a ser que no.No todos los seres humanos tenemos el mismo potencial creativo ni somos empaticos.El problema (o uno de ellos) es que no somos iguales y nos quieren,falsamente,hacer creer que sí y con la mayoría hasta lo consiguen.
Hola Anónimo, por supuesto no tenemos el mismo potencial ni somos iguales pero todos tenemos. La cuestión es si somos conscientes de él y si lo podemos/queremos utilizar.
Saludos.
muy bueno amigo, se puede expresar mas alto pero imposible mas claro
un fuerte abrazo
Hola compa, mucho tiempo sin saber de tí. Espero que andes bien amigo, un abrazo.
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