Como veníamos comentando en el
post anterior, el sistema ha encontrado la vía de escape oficial con el tema de
la corrupción y la necesaria regeneración política y democrática.
Los últimos acontecimientos
referidos a la financiación ilegal del PP y a los, ya famosos, papeles de
Bárcenas y sus sobres han vuelto a incendiar a la sociedad. Todo el peso
mediático se ha centrado en ello y los grandes medios de desinformación llenan
páginas y horas sobre ello (a excepción de la radiotelevisión pública fiel a su
papel de altavoz oficial del régimen). Siguiendo a rajatabla las órdenes dadas
desde sus cúpulas empresariales que dirigen los hilos en función de sus
intereses, ya que no hay que olvidar que estos medios forman parte de grandes
conglomerados multinacionales.
La idea que
se está tratando de transmitir es tan simple como atractiva: el problema es la
corrupción política y el deficiente sistema democrático fruto de la transición.
Por tanto, la solución a todos nuestros problemas reside en arreglar esto.
Así, siguiendo esta línea argumental, nos encontramos con la corrupción
política generadora de una crisis de representatividad (de paso aderezado con
la corrupción de la casa irreal) y un bipartidismo incapaz de seguir creando
ilusiones creíbles para la población son los nuevos mártires a sacrificar en el
teatro capitalista.
Seamos sinceros, la corrupción en
el PP es intolerable y una muestra más del desprecio absoluto que sienten por
aquellos a quien dicen representar pero, desde luego, no es la excepción dentro
de la normalidad democrática en la que nos dicen que vivimos. El PP no es más
que un botón de muestra, la corrupción es algo inherente al sistema
capitalista.
No hay que entrar demasiado en
detalle para que cualquiera pueda ver claramente que todo gobierno no es más
que un órgano gestor de los intereses de los poderosos. El poder económico se
sirve del político y, éste, recoge el fruto por el trabajo bien hecho. Los
gobernantes, como buenos empleados, venden su fuerza de trabajo al mejor postor.
Eso es todo. Unos lo llaman corrupción; otros funcionamiento normal de las
dictaduras parlamentarias. No podemos esperar otra cosa de un sistema en el que
todo y todos somos meras mercancías y cuyo único objetivo es el beneficio económico
y la dominación. El PP es un granito más de la corrupción dentro de un sistema
corrupto hasta la médula.
Un sistema político social que
ensalza valores como el éxito, la competitividad, el crecimiento ilimitado, la
posesión personal a través del ejercicio de la dominación y el fomento del
consumo desmesurado y llevado al límite de lo absurdo lleva, irremediablemente,
a la corrupción como vía rápida de conseguir todo esto. Así, el capitalismo,
premia la corrupción como método a seguir en cualquier esfera de la vida.
Corrupción en la política cuando
se usa el poder para el propio beneficio o el de terceros, corrupción en la
esfera laboral cuando se pagan salarios de miseria y se exige la vida del
trabajador, corrupción en la educación cuando se fomentan los valores
capitalistas a sabiendas de que esto conlleva una sociedad desigual, corrupción
en la sanidad cuando se medicaliza a las personas bajo cualquier pretexto y se
ignoran los factores sociales y ambientales que nos enferman, corrupción en las
relaciones sociales cuando se intenta aparentar lo que no se es a base de
posesiones materiales sin sentido, corrupción en la justicia cuando
sistemáticamente se criminaliza a la gente que lucha, corrupción en la
universidad cuando la intelectualidad justifica y legitima un sistema criminal,
corrupción en los servicios sociales al permitir la miseria oficializada en
lugar de denunciar la injusticia social, corrupción en los medios de
comunicación cuando sirven de altavoz del poder en lugar de avanzadilla de la sociedad,
corrupción en los cuerpos policiales y militares que defienden los intereses
del poder a sangre y fuego,…
Por eso, el poder pretende
centrar toda la rabia y el desengaño de la gente en la corrupción política, porque así mantiene
intactos todos los otros ámbitos de corrupción, que son mucho más importantes
para el buen funcionamiento del sistema. Al fin y al cabo un gobierno es lo más
fácil de sustituir (incluyendo la jefatura de estado si hace falta). Si el PP
no resiste el desgaste, se podría dar un par de situaciones que el sistema
contempla: elecciones anticipadas con un más que previsible gobierno PPSOE
puesto que no hay alternativa viable en la actualidad; o bien, un gobierno de
tecnócratas impuesto por la Troika. La estrategia está servida: como siempre, el
sistema se adelanta a los acontecimientos y lo hace antes de que tanta
indignación y rabia se autoorganice creando una red de poder popular (cosa en
mi opinión todavía poco probable pero, desde luego, para nada imposible). No
hay que olvidar que todo el asunto lo destapa El País que es la voz oficial del
capitalismo en España y lo secunda El Mundo que, además, aglutina al sector más
nacionalista del sistema. Por tanto, parece claro que la elección del momento
no parece casual.
Sin embargo, como cada vez que el
poder se descubre, abre una ventana a la oportunidad de la respuesta popular y
eso es algo que no podemos desaprovechar. Si la chispa que lance
definitivamente a la gente a la calle son los sobres y la corrupción del PP,
pues que sea. Pero que no se pierda la perspectiva de lo que realmente es el
problema: el Capitalismo.
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1 comentario:
Todo esto es un claro cambio de régimen, donde el capitalismo se desprende definitivamente del peaje social que empezó a pagar al término de la segunda guerra mundial para que la clase obrera no abrazara el socialismo soviético. Por tanto, el estado social capitalista, llamado estado del bienestar, desaparece y se privatiza, quedando el estado nación como estado policial y militar para defender al capitalismo puro y salvaje. Un cambio a peor para la clase trabajadora activa y pasiva y la aniquilacion total de las mal llamadas clases medias, una selva donde los más ricos devoran al resto. Por tanto sería lo más extremo y alejado del comunismo.
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