Un simple vistazo al panorama político-social que nos rodea en esta decadente sociedad nos ofrece una perspectiva desoladora.
El actual sistema encauza al ser humano hacia la eterna esclavitud y sometimiento a la esfera económica y, por tanto, a la dependencia del trabajo asalariado (al precio que sea) como único modo de vida. Ante esta perspectiva nos lanzamos a las calles cientos de miles de personas protestando y mostrando nuestro absoluto desacuerdo con unas políticas que cada vez más nos encaminan a la negación de todo aquello que significa ser humanos, es decir, al embrutecimiento de las personas hasta ponernos al borde de la incultura y perfectamente preparados para acabar los unos con los otros con tal de sobrevivir.
Sin embargo, siendo sinceros, la mayoría de las protestas van dirigidas contra cuestiones específicas que, en el fondo, podríamos resumir en la vuelta a un estado anterior de la situación. La verdad es que nos han condenado a la eterna esclavitud y contra esto nos conformamos con exigir la simple promesa de que todo vuelva a ser como antes, cuando todos éramos felices.
A pesar de que este tipo de protestas son menudencias para los actuales Estados y sus socios capitalistas, no han desaprovechado la oportunidad para enseñar los dientes y morder sin mayores reparos. Eso sí, sólo muerden en aquellas protestas organizadas fuera de los cauces que ellos controlan, seguramente en un intento de amedrentar cualquier intento de organización espontánea que pudiera cuajar al margen de sindicatos oficialistas y partidos habituales de la oposición (peones todos ellos igual de importantes en este juego).
Las últimas actuaciones policiales han desencadenado, por fin, la respuesta de un pueblo que parecía dormido ante las constantes agresiones y represiones policiales. El hecho que ha marcado la diferencia ha sido el objetivo de la violencia policial: jóvenes estudiantes protestando por las pésimas condiciones del sistema educativo.
Hasta hace bien poco, la represión se reservaba para organizaciones en lucha de marcado carácter político (antifascistas, anarquistas, independentistas, antidesarrollistas,...) y pasaba totalmente inadvertida para la gran mayoría gracias al eficaz trabajo de los medios de desinformación que simplemente ocultaban los hechos o los enmarañaban de tal forma que se convertían en legítima defensa policial frente a los desmedidos ataques de terroristas. Recuerdo una de las primeras informaciones que me impactaron, tiempo después de que sucediera. Fue la brutal represión policial acontecida en Sevilla contra una manifestación en protesta contra el quinto centenario. Aquello fue una verdadera orgía de violencia en la que se utilizó munición de verdad por parte de la policía acabando con tres heridos graves, uno de los cuales acabó muerto. Y qué decir de las innumerables denuncias realizadas en y desde la ONU (con todo lo que tiene que callar esta organización) contra las reiteradas torturas perpetradas por la policía y avaladas por un sistema judicial que en un alarde de sinceridad, jamás ha intentado enmascarar su marcado carácter continuista con la dictadura fascista.
Todo esto viene a revelar el marcado carácter dictatorial de este sistema de control social llamado democracia. Es por ello, que se plantea una profunda reflexión sobre lo que significa una verdadera contestación de carácter revolucionario.
En primer lugar, parece bastante claro que la acción amparada en organizaciones políticas o sindicales con un papel activo en este sistema democrático parece destinada al fracaso (si su objetivo es cambiar el status quo en el que sobrevivimos) o, siendo optimistas, a conseguir un relativo éxito en forma de pequeños paños calientes sobre las sangrantes heridas que nos inflige este sistema criminal. Pero no nos dejemos engañar por esas pequeñas mejoras momentáneas. Ahora y siempre no han sido más que refinados mecanismos de mejora para el propio sistema. Una de sus mayores habilidades siempre ha sido el adelantarse a cualquier movimiento de oposición para captarlo y tornarlo favorable.
Frente a esta cuestión no podemos caer en esa posición tan cómoda y, desgraciadamente, tan extendida de ser uno de esos revolucionarios de salón y ordenador que predican sus verdades absolutas acerca del fin del sistema capitalista debido a su propia incongruencia (ese precioso eslogan que dice algo así: el capitalismo requiere de una acumulación y depredación infinita dentro de un mundo con recursos finitos).
Comparto la frase y su significado, sin embargo, esta posición sólo es posible si se asume que nada ni nadie va a hacer nada al respecto.
Para todos aquellos que mantienen esta postura tengo un par de cuestiones. Una: sin plantear una verdadera batalla al sistema, la agonía puede eternizarse de tal manera que ninguna generación futura que podamos cabalmente imaginar, verá el final del capitalismo y de la opresión. Dos: esperar el derrumbe del sistema y pretender que ninguno de los actuales dueños del mundo haga algo al respecto (un vistazo histórico basta para darse cuenta de que ante cualquier situación mínimamente angustiosa para el poder se ha resuelto a través de la muerte y la destrucción) es, simple y llanamente, ridículo.
Este panorama reduce las opciones a nuestro alcance prácticamente al mínimo pero no las elimina. La única salida a este dilema es la creación de una conciencia colectiva que nos haga ver con claridad que cualquier intento de crear una nueva sociedad basada en valores de igualdad, justicia y solidaridad pasa forzosamente por un cambio en las relaciones de poder y sus estructuras jerárquicas. Mientras sigamos admitiendo que no podemos ser los protagonistas de este cambio y que deben ser otros los que lo hagan por nosotros estaremos avocados al fracaso y, por tanto, al eterno sometimiento. Sólo cuando empecemos a creer que de verdad somos ese 99% que vive bajo las garras de la tiranía y que por una simple cuestión de número podemos tomar las riendas de nuestro destino, estaremos iniciando el verdadero camino del cambio y de la revolución.
2 comentarios:
Hola Raul,
gracias por hacernos reflexionar un poco mas cada dia con tu blog.
Me confieso una revolucionaria de salon, poniendo un comentario a tu post, manteniendo conversaciones de bar sobre como estan las cosas y como deberian ser, etc. Y luego vuelvo feliz a mi casa, con mi coche, a mi salon con mi ordenador y mi movil de ultima generacion... Pero sin hacer nada por salir de esta rueda capitalista que poco a poco nos ha ido engullendo y de la que parece ahora imposible salir.
Como dices, no debemos quedarnos parados a mirar lo que va pasando desde fuera sin involucrarnos. Somos parte del sistema y por tanto debemos intentar pararlo y encontrar un mejor camino. Nos incumbe de lleno a nosotros y tampoco debemos olvidar lo que se va a perder para siempre y no se recuperara para la(s) proxima(s) generacion(es) --no solo prestaciones sociales y laborales, sino tambien una educacion de calidad e inversion en una investigacion digna (si es que alguna vez las tuvimos). Por eso estoy de acuerdo en que no basta con volver a nuestro estado feliz anterior.. Pero es dificil, al menos para mi, encontrar la forma de transformar todo esto en acciones y en una lucha activa.
Os admiro y apoyo a todos los que si estais en ello, y espero poder incorporar esa misma lucha de alguna forma a mi dia a dia.
Espero nos veamos pronto. Besos.
Nuria
Hola Nuria
Es muy difícil para todos los que vivimos dentro de una sociedad ideada para mantenernos en un constante estado de preocupación por tener (poseer) todo aquello que nos hacen creer que es imprescindible.
La lucha empieza por uno mismo y cada uno de nosotros debe ser conscientes de sus posibilidades y opciones. A partir de ahí, lo único que podemos exigir es actuar en consecuencia.
Me parece importantísimo el tema de la educación porque es la base sobre la que el sistema descansa. Desde bien pequeños nos enseñan como debemos encaminar nuestras vidas para ser personas "funcionales y felices". Sólo con un cambio radical en el concepto de educación podemos aspirar a un cambio más global en la sociedad.
En fin, espero que podamos vernos muy pronto y mientras tanto seguiremos con nuestras pequeñas luchas cotidianas.
Besos.
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